miércoles, 23 de septiembre de 2020

El poeta argentino Alejandro Méndez Casariego es entrevistado por Rolando Revagliatti

El poeta argentino Alejandro Méndez Casariego es entrevistado por Rolando Revagliatti

 

Alejandro Méndez Casariego nació el 19 de abril de 1952 en Buenos Aires, donde reside, capital de la República Argentina. Estudió Historia en la Universidad Nacional de Cuyo.

Fundó y coordinó junto con José Emilio Tallarico y Gerardo Lewin el Ciclo de Poesía “El Orate y la Musa”, además de otros espacios de lectura con diversos escritores.

Poemas y otras colaboraciones de su autoría fueron difundidos en medios electrónicos y en revistas de soporte papel de su país, Paraguay, Perú, Puerto Rico e Inglaterra.

Tradujo del inglés obras de Dylan Thomas, D. H. Lawrence, Wallace Stevens y Edgar Allan Poe. Dirigió talleres grupales de poesía y traducción entre los años 2000 y 2012.

Actualmente dirige clínicas y talleres de poesía.

Integra en 2005 la antología “País de vientre abierto (poesía social argentina de principios del siglo XXI)”. Publicó entre 2003 y 2019 los poemarios “El elefante de cartón”, “Los réprobos”, “Los dioses del hogar”, “Pieles rojas” y “La mujer del samurái”.

Alejandro Méndez Casariego¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 Supongo que, más allá de algunos monigotes que representaban a mi familia y mi casita, lo primero destacable fue un poema que escribí a los siete años, y del cual creo que aún conservo una copia que mi madre pasó a máquina en aquella época. Se llamaba “La tristeza de los nidos”. Trataba de describir el sufrimiento de una madre pájaro al encontrar destruido el nido en el que había dejado a sus pichones. Literalmente, una lágrima. Años más tarde, a los doce, escribí un poema basado en una experiencia personal que me cambió definitivamente en más de un sentido. Por primera vez, sentí que quería a alguien más que a mí mismo. Eso es, para mí, la enseñanza del amor adolescente. Escribí un poema al que llamé, más tarde, “La chica de la polio”. Muchas décadas después lo retoqué un poco, y aún lo leo.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

 Para ser preciso, diría que me llevo bien con la lluvia torrencial, descontrolada, salvaje, pero muy mal con la lluvia persistente, rala, molesta e interminable de la ciudad. La velocidad no me seduce. Con la sangre tengo una relación natural; soy de los que miran cuando le clavan la aguja para una extracción, pero no de los que se succionan la sangre de la herida con placer. Con las contrariedades también tengo una relación natural: las odio.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?…

Prefiero decir que uno atraviesa momentos de “fertilidad”, que son una especie de estado de celo. Considero que esto no es exclusivo de la actividad artística: a veces, esa fertilidad está presente en actividades menos sutiles. Como cuando nos despertamos y decimos: Qué ganas de limpiar tengo hoy o de salir a correr, o de tener sexo. Es difícil determinar qué elementos influyen en ese estado, pero he llegado a pensar que intervienen no pocos elementos físicos (corporales), además del contexto y algunos estímulos externos. Cuando digo esto, estoy diciendo que de alguna manera uno puede “ayudarse” a lograr esos momentos: ciertas lecturas, dormir bien, entorno sosegado. A veces, incluso los olores. Ojo, también he sentido el “relámpago”, la inmediatez, la urgencia, pero no creo que por sí solos estos fenómenos garanticen un buen trabajo. Prefiero una mezcla de estado de fertilidad y manejo certero de las herramientas que uno ha ido aprendiendo a usar. Y sobre todo tener qué decir, y voluntad para hacerlo.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

 Soy honesto si afirmo que, si no me gusta una obra, no ahondo demasiado en los otros aspectos de la vida del escritor o del artista en general. Por el contrario, si la obra me seduce me empiezan a interesar algunos otros aspectos de su vida, y suelo escarbar un poco por allí.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

 Nada. Quien me conoce sabe que rechazo todo tipo de frases. Por lo general, las frases encierran un aspecto de la cosa, y nunca la cosa entera, y son, por lo tanto y casi siempre, parcialmente falsas e ineficaces.  Si debiera elegir una, sería aquel “Sólo sé que no se nada” que se le atribuye a Sócrates.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 Me estremecieron, o tal vez, mejor dicho, me impactaron fuertemente “Romancero gitano”, de Federico García Loca, “El Quijote de la Mancha”, “Las almas muertas” de Nikolái Gógol, parte de la poesía de Dylan Thomas. Entre otras innumerables obras literarias. Perplejidad, en el sentido de asombro y duda, me produjeron y me producen buena parte de la obra de Fiódor Dostoievski, de Victor Hugo, de Franz Kafka. Las novelas “América”, “El proceso” y “El castillo”, de este último, me dejaron realmente en un estado alterado.

 ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

 Tengo situaciones irrisorias como para hacer un manual, porque soy un despistado de origen, el típico distraído que no sabe en qué día vive y no puede recordar ni su propio cumpleaños. Además, tuve un período de la vida en que solía hablar sin reflexionar mucho (debo decir que esa etapa quedó, por suerte, superada), lo cual me llevaba a metidas de pata épicas. Pero relacionados con la actividad poética, se me hace presente un caso que en una de esas vale la pena mencionar: cuando Gerardo Curiá y Lidia Rocha me invitaron a hacer tres presentaciones de libros simultáneas. Eran libros recientes de Leticia Hernando, Leonardo Martínez y Daniel Muxica. No tuve mayor dificultad con Leticia y Leonardo, a quienes había leído y escuchado profusamente y con quienes tenía amistad cercana. Muxica, en cambio, era un descubrimiento para mí: no había leído nada de él, y seguramente “El elogio de la dispersión” no era su obra más transparente. Fue arduo. Me hizo sudar como nunca nadie. Pero, finalmente, quedé conforme con el resultado: me pareció haber encontrado el meollo, la fuerza motriz del libro. Terminadas las presentaciones, charlando en rueda, Daniel, me felicitó afectuosamente, con las siguientes palabras (aprox.): “Es la reseña más brillante que haya escuchado sobre un tema que no tiene absolutamente nada que ver con lo que quise decir en el libro”. Tendamos un manto de piedad.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

La preocupación por la “posteridad”, en el sentido de la preocupación por la propia trascendencia, siempre me produjo asombro, y hasta cierta irritación. Como buen ateo, siempre pensé en la posteridad como en algo que no me incluye y a la que, por lo tanto, tampoco incluyo yo entre mis inquietudes. Honestamente, si alguien lee o no un poema mío cuando yo ya no esté, me es completamente indiferente.

 “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

 Las rutinas que me aplastaban, y que por suerte ya dejé atrás, fueron las laborales. Siempre tuve un problema con cumplir horario, viajar todos los días al mismo lugar, la “repetición de los saludos”, como diría Thomas, la tarea poco satisfactoria. Sufrí con todo eso. En cuanto a las rutinas que yo mismo me impongo, las que establecen una serie de rituales diarios que me son entrañablemente familiares, me dan mucha paz, y las atesoro.

La mujer del samurai ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 Lo de Barga, a quien no conocía hasta hoy, lo incluyo dentro de la opinión que me merecen las frases: intentan abarcar en una sola definición, algo que tiene muchas, que es subjetivo, y por lo tanto inabarcable. No creo que exista algo a lo que pueda caberle la calificación de “perfecto”. Yo podría arriesgar que, desde mi punto de vista, un estilo es una forma de decir que intento variar permanentemente; en eso consiste la exploración, la experimentación, el ensayo. A lo que es más difícil escapar es a la propia voz, que generalmente se hace notar a través de los distintos estilos por los que uno va transitando.

 ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

 Siempre me produjo una intolerable indignación, y a la vez reacciones apenas contenidas de violencia, el hecho de que sea aceptado como natural que en el mundo coexistan las enormes fortunas, con la miseria más dolorosa. Y me sorprende que este hecho no desate estados de permanente rebelión. Es algo que no puedo concebir. En algunas casas se tiran restos de una fiesta que podrían alimentar a una familia por varias semanas; en otra casa, niños se mueren de hambre por no tener acceso a lo básico. La sola idea me subleva. Sea perdonado si caí en la obviedad o en el cliché, pero las cosas como son: no se me ocurre nada que me disguste más. Esto fue así desde mis quince años.

Me harta la vocación de figuración, la lucha por espacios que no significan absolutamente nada, que suelen darse en el ambiente poético. Cansan, repugnan, hastían.

 ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

 La infancia: galopando en caballos de remonta, por las calles del barrio militar en Jujuy, en malón con mis hermanos. Esto intenté retratar en mi libro “Pieles rojas”.  La adolescencia me trae la primera (y tal vez única de esa intensidad) sensación de enamoramiento: el mareo, el vértigo, la incontenible euforia. A esto nunca pude retratarlo.

 ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

 Acá viene una respuesta tal vez inesperada: a Sandokán, a bordo de la Mompracem o de La Perla de Labuan, con la tempestad bramando a su alrededor. En cualquiera de los tres libros: “Sandokán”, “El tigre de la Malasia”, “Los dos tigres”. Ergo, a Emilio Salgari.

 El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

 Por partes: el silencio me es grato, pero no me molestan los sonidos opacos, la música de la vida aconteciendo.

Me parece que los gestos gravitan desde su autenticidad; porque es tanto un gesto lo espontáneo, como el que se realiza desde la composición de un personaje, pero no tienen el mismo valor.

En cuanto a la desolación, me resulta fuertemente poética, tiene un peso descriptivo que ninguna otra palabra es capaz de igualar; de hecho, su sola mención nos exime de otras consideraciones.

El fervor me produce perplejidad. Nunca logré sentirlo plenamente, no es lo mío.

La intemperancia es daño, es pequeñez, y desemboca en crueldad y vileza.

 ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

 A Shakespeare, al Miguel de Cervantes del Quijote, al Gógol de “Las almas muertas”.

 ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?…

 No aprecio las verdades de perogrullo, el falso sentido común, que suele ser el superficial, el poco reflexivo.

Prefiero las imprecisiones que derivan a veces de la libertad creativa. Los flecos, digamos, sin abusar.

 ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

 No me pasa. No quiero a personas que no valoro. Para ser preciso: para querer a alguien le tengo que encontrar algún valor, sea del tipo que sea: talento artístico, bondad, generosidad, simpatía, solidaridad, algún tipo de destreza. Lo que fuera. Hay personas en nuestro ambiente a las que quiero mucho, y cuya obra poética no me convence para nada. Pero son generosos, solidarios, cariñosos. Valores que pongo muy por encima del talento para escribir poemas.

 ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

Me temía esta pregunta. Me parece un hermoso tango, en muchos aspectos. Pero creo que, si vamos a profundizar, carece de rigor histórico. El siglo 20 no fue peor que el 19 o el 18. A medida que vamos hacia atrás en la historia nos encontramos con atrocidades cada vez más difíciles de concebir. No comparto aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”. La historia es un compendio de aciertos y errores. De todos modos, me gusta cantar ese tango, como nos gusta cantar, a veces, canciones cuyas letras no nos representan demasiado, pero que suenan maravillosamente bien.

Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

 El Ché, Galileo Galilei, Karl Marx, Saladino, Rosa Luxemburgo, Hypatia de Alejandría, Juana de Arco, Giordano Bruno, Thomas Moore, Espartaco, Sócrates.

 ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

 No me río mucho. La risa es otra de las cosas que me producen alguna perplejidad. Sonrío ante la ironía, lo gracioso, lo bueno, pero no tengo carcajada. Lo que más me divierte, hablando en general, son las buenas imitaciones.

Los dioses del hogar¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

 Desde el punto de vista profesional, laboral, o poético, lo tomo con calma. No le doy demasiada importancia. Lo que tuvo valor, sigue conmigo. Respecto a mi visión ideológica del mundo, reconozco sentirme desalentado, decepcionado.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

Si hablamos de amor romántico, para mí es una aleación de necesidades y sensaciones múltiples, un sentimiento compuesto. Me cuesta verlo como entidad separada, como concepto con límites precisos. Más o menos lo mismo me pasa con el odio.

En cuanto al dinero, luego de una infancia y adolescencia bastante regalada, fue escaso el resto de mi vida, en algunos momentos incluso muy escaso, pero pude sobrevivir a los peores años. Parte de la carestía se debió a decisiones conscientemente tomadas, a un desclasamiento por causas ideológicas. Lo relaciono estrictamente con la supervivencia y con darse algunos gustos. No mucho más que eso. No requiero mucho más.

Respecto a la religión, siempre me produjo extrañamiento ver a millones de personas moviéndose en torno a lo imaginario o inexistente. Esa enorme parafernalia que rodea lo religioso, me deja atónito, me impresiona mucho. Esto no implica que no respete las creencias; jamás se me ocurriría tratar de hacer escéptico a un creyente. Por otro lado, hay aspectos de las religiones que me interesan y me seducen. Los evangelios, particularmente el de San Juan, me parecen hermosos poemas. Parte de la liturgia católica, y el canto gregoriano, me resultan maravillosos.

La política fue mi vida durante por lo menos tres décadas. Hoy, sin renegar de ella, me pregunto sobre los frutos de toda la energía que le dediqué.

 ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

 Sería una larga lista, pero trato de mencionar algunas, para no desertar. Me resulta insufrible el cubismo, y la escultura no figurativa.

Al teatro no voy; soy incapaz de meterme en una trama cuya artificialidad es destrozada por un contexto, visible para mí, de butacas, escenario, actuaciones en las que los actores levantan la voz para hacerse oír. Simplemente, no puedo comprar esa ficción, no me gana.

No incursioné, en literatura, en territorios que no me fueran recomendados. Haría una sola excepción con “Adán Buenos Aires” y “El banquete de Severo Arcángelo”, de Leopoldo Marechal. Ambos libros me parecieron ampulosos, pretenciosos y de poco interés. En ambos casos me costó terminar de leerlos.

En cuanto a lo arquitectónico, no comparto, por ejemplo, la pasión por Antonio Gaudí, aunque eso no me impide admirarlo. Personalmente prefiero el gótico puro y el clásico, las formas más definidas.

Méndez Casariego¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?…

 El recorrido, en mi segmento de infancia porteña, de mi casa al colegio. Calles Luis Maria Campos, Maure, Villanueva, Lacroze, 11 de Septiembre. Solíamos ir caminando al colegio, a unas diez cuadras de casa, y la, para mí, misteriosa antigüedad de ese barrio me fascinaba. En lo que llamábamos “la casa de los Blaquier”, me detenía a observar esos jardines semi abandonados, y me transportaban muy lejos las historias que imaginaba. Este recorrido tuvo mucho que ver con mi inclinación literaria. Todavía suelo ir, cada tanto, para reactivar algo de aquellas sensaciones.

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

 Se me hace difícil. Hay muchas palabras allí que jamás uso: no creo haber usado las palabras bosque, miniatura, autenticidad, azar o desajuste, jamás. Por lo tanto, el orden tendría más que ver con lo aleatorio, con un lanzamiento de dados. Sí he usado ciudad, sacrificio, sufrimiento, ceremonia, danza, pensamiento y visión. Tal vez el uso o no uso de estos vocablos sea más significativo que un armado artificioso.

 “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…

 Siendo subjetivos, y recordando un poema de Santiago Sylvester en el que habla de su madre (algo así como “mi madre piensa que el universo – o el mundo – se terminan con ella, y en algún sentido tiene razón”), yo creo que las palabras se terminan en la muerte. Si no estamos, no hay nada, en lo que nos concierne. Y eso incluye las palabras. Sobre el resto, siempre habrá algo que decir.

 ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

 Honestamente, me cuesta. Y caemos en el caso de Ezra Pound. No es que me niegue a leerlo. Lo he hecho. Pero no logro evitar percibir la bruma que ciertas concepciones ideológicas tiende sobre ellos. De hecho, creo que, de alguna manera, la gente que es jodida ideológicamente (y no me refiero a los matices, sino al racismo, el fascismo, la intolerancia), en algún momento trasunta esta ideología en la obra. La ideología suele, casi inevitablemente, filtrarse hacia la obra, aunque a veces cueste descubrirla. Esto no arruina la obra, simplemente le agrega un condimento que es necesario digerir. Dejar de leer a alguien por su ideología me parece una necedad.

Pieles rojas ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

 Me cae muy mal, tanto si lo hace conmigo como si lo hace con otros. Mi desprecio a cierta gente no tiene mucho que ver con cómo son o actúan conmigo, sino cómo son, en general, en sus relaciones y compromisos. A mí nadie me ha dañado mucho. Pero he visto a muchos dañar a otros con este tipo de cosas.

 No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

 A Lenin, a Usain Bolt, a Bruce Lee, a Marie Curie, a Giordano Bruno, a quien dicen algunos que fue Jesús, a Mahoma, a Leonardo da Vinci.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

 No soy un apasionado. Por suerte o desgracia, dependiendo desde el momento y lugar que se lo mire, las pasiones nunca llegaron a envolverme. No creo nunca haberme entregado plenamente a nada. Mis entusiasmos son permanentes y, por lo tanto, poco expansivos. Los voy llevando. Nunca me sentí atrapado por ellos, pero los tengo, y han sido poderosos, me han sostenido y me han dado impulso.

 ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

 Rubén Darío, Pablo Neruda, Frank Sinatra (por los tres tuve discusiones ásperas con mucha gente).

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

 Absolutamente.

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

 La madrugada, la muy temprana madrugada, tipo 4. Para mí es la hora perfecta: casi como si el mundo todavía no empezara. Es la hora a la que, aproximadamente, me despierto. La hora para escribir, para pensar, para estar solo.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

 Jajá. Esta pregunta no es para mí. Nunca fantaseé con tales cosas. Los prefiero así, separaditos, en el lugar que la vida les dio. Siempre que me sugieren estos encuentros se me produce una gran perplejidad. Se me ocurre que no se entenderían, que no podrían comunicarse. Y que, por lo tanto, todo terminaría mal.

 Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?…

 Una en la que estoy cerca de tirar al rey propio. Simplemente por reconocer que a la muerte no se le puede ganar.

*

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alejandro Méndez Casariego y Rolando Revagliatti, septiembre 2020.


 

lunes, 14 de septiembre de 2020

Once años de publicaciones en Trajín literario



En
Trajín literario tenemos once años de publicaciones de narrativa,
poesía, testimonios, libros para jóvenes y niños, y otros materiales
interesantes.

El poeta argentino Roberto D. Malatesta responde a las preguntas de Rolando Revagliatti

 

“Lo importante es no convertir el estilo en un mecanismo: eso sería la muerte”

Roberto D. Malatesta responde “En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti
Rolando Revagliatti
viernes, 24 de julio de 2020, 08:29 h (CET)

Roberto D. Malatesta nació el 27 de diciembre de 1961 en la ciudad de Santa Fe (donde reside), capital de la provincia homónima, la Argentina. Es Contador Público Nacional, egresado de la Universidad Nacional del Litoral en 1989. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Municipalidad de Santa Fe 1994 y el Premio José Pedroni 2000-2005, obra édita, y 2006-2009, obra inédita. Su proyecto “Esperanza – Spoon River” recibió la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes. Coordinó talleres literarios en instituciones de su provincia y el Ciclo “Lecturas del Entrepiso” (Foro Cultural, extensión universitaria, UNL, 2010-2011). Efectuó reseñas literarias para las revistas “Fénix” y “Omero”, y para el diario “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe. Desde 2004 participa en congresos y encuentros en diversas localidades de su país. Junto a la cantante ‘Flopa’ Lestani presentó espectáculos de poesía y música. Poemas suyos fueron incluidos en volúmenes antológicos: “Santa Fe al Norte”, “Premio Regional. Casa de la Cultura de Alvear”, “75 Aniversario”, “Luz inagotable”, “Poetas 2. Autores argentinos de fin de siglo”, “Señales de la nueva poesía argentina”, “Voix d’Argentine – Voces argentinas”, “Poesía de pensamiento”, “Huellas de agua” y “Francotrinadores santafesinos”. Desde 1984 ha publicado los poemarios “De las cosas blancas”, “Casa al Sur”, “La prueba de la soledad”, “Del cuidado de la altura del níspero”, “Las vacas y otros poemas”, “Flores bajo la lluvia”, “Por encima de los techos”, “No importa el frío”, “Cuaderno del no hacer nada”, “La nada que nos viste”, “El silencio iluminado” (antología), “La estrella roja y otros poemas”, “La realidad está en otra parte”, “Libro del pescador” y “Esperanza – Spoon River”.

1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? Y 2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?


RDM: Mi primer acto de creación o de iniciación, lo he escrito en un poema de “La estrella roja y otros poemas”. La tormenta era inminente, yo era un chico de seis o siete años, pero tenías miles de años de antigüedad, ya comenzaba a soplar el viento y se sentía ese olor a Dios que la lluvia, entre otros elementos, trae. La calle era un río de tierra, era el barrio de mi abuela, en el mío también eran de tierra las calles, yo sentí ese llamado, el viento, la tormenta, la pronta llegada de la lluvia que pone al cielo a nivel de las manos y el rostro. Algo se disparó en mí, y me lancé a la calle a revolcarme, daba vueltas y vueltas en el polvo, no sé qué era aquella danza, fundirme con los elementos, ser uno en la creación, comulgar. Si hoy no lo entiendo completamente, menos en aquella oportunidad.

Me fue mal, una vecina me vio y le contó a mi mamá, sin protestas la dejé aplicar su correctivo, ¿qué argumentar en mi defensa?

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...


RDM: La inspiración, no, no se ve, fluye, abre la puerta, invita a la fuga. Volvemos, si te quedás de ese lado enloquecerías totalmente. De chico, uno casi que vivía inspirado, pero te enseñan a rechazar la invitación. Existe.

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?


RDM: Pablo Neruda tuvo una vida de absoluta locura: fue, vino, huyó, se refugió, amó mil mujeres, fundó su raíz en lo inestable, murió amargo viendo como se rompían sus sueños. Los libros autobiográficos de Neruda puede que sean su obra mayor. Claro, está “Residencia en la tierra”.

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?


RDM: No me gustan los lugares comunes de la lengua, rehúyo al refranero popular, me aburren los que viven citando frases de uso colectivo. Aunque por allí…: “La poesía sopla donde quiere”.

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?


RDM: Bohumil Hrabal, “Una soledad demasiado ruidosa”, nouvelle que es poesía pura, subrayé casi por completo el libro, historia de un perdedor magnífico, con tres relatos escatológicos y uno, de amor, que es una maravilla, y desde ya, la tristeza infinita.

Un libro de poemas que se puede leer como una novela, la “Antología de Spoon River” de Edgar Lee Master, otra maravilla, el espíritu humano, su fragilidad, su pecado, su lado oscuro expuesto verso tras verso. Un clásico, un maestro.

Eugenio Montale: pero si hubiese escrito solo el poema “Los limones”, suficiente, no se necesita más.

El final del cuento de Borges, “La escritura del Dios” … ¡ah!

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?


RDM: Me remito a otra historia que pude incluir en un poema, “El pelo de los Beatles”; yo era muy niño, estaba en la peluquería de mi madrina, allí unas señoras comentaban con grandilocuencia y a grandes voces que “al fin los Beatles se van a cortar el pelo”; no sabía qué eran esos “Beatles”, pero las señoras hablaban con tal pesadez, dogmatismo y engreimiento, que yo me puse del lado de los melenudos, deseé que pronto me creciera el pelo, ser un Beatles.

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?


RDM: Posteridad… ya fue… cagada de palomas o disgregación en el polvo… Posteridad: ser viento.

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?


RDM: Soy contador público, y de vulgares modos, como mi comprovinciano, el poeta José Pedroni, la rutina de mi trabajo se me hace cada vez más insoportable, aunque sea una rutina en constante composición o descomposición. ¡Dios, la jubilación, aunque me conduzca al hambre irremediable!

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.


RDM: Todos tenemos nuestro estilo, y nuestras limitaciones, lo importante es no convertirlo en un mecanismo, eso sería la muerte.

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?


RDM: La indignación es ver ese exhibicionismo que esgrime la absoluta certeza, el engreimiento, la autosuficiencia, en un ser, en una sociedad. Se supone que somos constante aprendizaje; nacimiento constante o fósil: son las opciones.

También me indigna la censura desde lo políticamente correcto. El arte no es moral y los artistas, muchas veces, son seres viles elevados por la divinidad a concluir una obra; los ciegos no lo ven así, y no verlo es violencia, censurar es violencia.

Por otra parte, violencia me provocan los malos árbitros de fútbol, y me harta instantáneamente cuando viene el cuarto gol del equipo contrario y los nuestros van en cero.

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?


RDM: Bueno, ya conté sobre mi niñez; va otra: era un niño que tenía como libros preferidos la biblia y el diccionario, y a ello oponía todos los juegos de pelota que derribaban en serie las planteras de mamá. De más está decir que mi madre me prefería lector.

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?


RDM: Ser un personaje de Jorge Luis Borges da un poco de miedo, quedarse del otro lado del sueño o transitar la pesadilla, da miedo. Pero el universo Borges es el infinito, ser un guapo o un inmortal, ser el que cuenta “la” historia de su vida, el que se sienta en una mesa, vaso en mano y dice: escuche Borges lo que le voy a contar. Por supuesto, no se trata de mi voz, sino de la voz que Borges me dicta.

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?


RDM: Soy muy afecto al silencio, al pozo de la soledad, ese “El silencio iluminado”. La sorpresa, quizás la mayor, no suceda, es aquello que está a punto de ser, y no es, como en el poema citado de Montale, “Los limones”: “Ves, en este silencio en que las cosas/ se abandonan y próximas parecen/ a traicionar su último secreto”.

La desolación es lo que no está, lo que se ha ido y el camino que se atraviesa a causa de ello.

El fervor: las palabras de los poetas que acompañan.

La intemperancia, como vicio o defecto por la palabra que debimos guardar sólo para nosotros mismos.

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?


RDM: Ingenio e ironía, me gusta más que sarcasmo: destaco al maestro Javier Adúriz, aunque no diría que la ironía prime en su obra, el ingenio sí, eso sobra. Ya más cerca de lo caustico, y, claro está, no exento de ingenio: Joaquín Giannuzzi.

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...


RDM: Prefiero mis errores comprobables y comprobados, también son mi parte, que los por comprobar, siempre son los peores, esa es mi apreciación, no sé si la más apreciable, pero por ahí anda.

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?


RDM: Las relaciones humanas son un misterio, pero si hay alguien que te parece querible no busques más vueltas, si te preguntás cómo carajo aprecio a este tipo que es tan opuesto a mí, es porque posee algo que supera tu comprensión, pero está, lo trae consigo. Ahora, valorar y querer no tienen por qué ser de la misma familia. Y creo que es más importante querer que valorar, por allí valorar no tiene mérito, alguien tiene valores, ha hecho cosas, entonces se lo valora. Pero querer es la semilla de Dios.

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?


RDM: El mundo fue y será… como dice el tango tantas veces censurado… Suele ser el infierno, pero, o nos mimetizamos con él, o buscamos lo que en él es cielo, no hay más alternativas (por supuesto, plagiado de Ítalo Calvino).

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?


RDM: El mundo está lleno de seres anónimos que aman, trabajan y crean, no figuran en las crónicas y ni les interesa. Están a la vuelta de la esquina, te sirven el café o te dan el paso cuando ellos vienen por tu derecha. Tengo, por ejemplo, un amigo, gran poeta, que ha entrado en el absoluto silencio, no de la escritura, no le interesa nada del “ambiente”, pero claro, no lo nombraré, sería traicionarlo.

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?


RDM: Soy de la generación de Los Tres Chiflados, de esa no me curo más. Yo hubiese querido ser un chiflado, en una de esas lo soy, al menos mi apellido no lo desmiente.

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?


RDM: ¿Lejos? Ya a mi edad todo está más o menos lejos o no importa; aun así, trato de quererme, de ser feliz.

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?


RDM: Aquí se termina la entrevista… no pienso escribir una novela… Pero si me aceptás una respuesta, siendo tan solo y tanto, un hombre, el amor suele sacar lo mejor de nosotros, el dinero y la política, lo opuesto. Religión y contemplación se parecen mucho, al menos desde mi perspectiva.

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?


RDM: Sin son insufribles yo ya me fui demasiado temprano de la función como para calificarla… Salvo que se trate de reguetón, Dios me libre.

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...


RDM: Cuando caminaba tomando la mano de mis hijos pequeños, era en un barrio del cielo… Ya no sabría dónde quedan esas calles, aunque aún vivo en él.

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.


RDM: No, así como la ordenaste me satisface plenamente… Perfecto, Rolando, no lo podrías haber hecho mejor.

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...


RDM: Las palabras mueren en la afasia y ello se produce cuando ya nada nos conmueve, el disco sigue girando, pero ya no hay quien escuche.

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?


RDM: La verdadera ideología del artista es su capacidad creativa, la verdad del artista está en la obra. ¿Cuál era la ideología de Dante Alighieri? La de Ezra Pound, el gran vanguardista, la conocemos todos.

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?


RDM: Bueno, quizás el error estuvo en mí, en creer en la promesa de esa persona. Y trato de mantenerme a distancia, no sea cosa que me vuelva a equivocar. Borges decía que no les prestaba plata a los amigos, por las dudas de que no se la devolvieran.

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?


RDM: A mi abuela Berta (Borka, en su idioma natal), el ser más maravilloso, un ser de luz, inagotable luz que me sigue acompañando; ella era una traductora, sin saberlo, ya que me contó cuentos que sólo había pronunciado y oído en su lengua; su convicción para relatarlos era tal que yo conocía la nieve a través de la palabra nieve, cuando era un niño. Mucho después pude tocar nieve, en efecto, ya la conocía. Quizás escribo gracias a ella, o, dicho de otra forma, su gracia me legó la escritura.

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?


RDM: La pasión puede ser estar en absoluto silencio, una mañana de domingo, leyendo; considero que las pasiones son inescindibles del yo, no soy sin ellas. Casi como los fantasmas, que ya de viejo he aprendido a sobrellevar y convivir con ellos sin exaltaciones, a veces, incluso, les tengo un poquito de lástima, ¡fijate éste, se ensaña con tan poca cosa!, les suelo decir. Con las pasiones me llevo mejor, nos sabemos a gusto el uno con el otro.

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?


RDM: No sé, lo de alabado desmesuradamente puede ser en una época, luego eso cae, no se sostiene; de todas formas, yo admiro a quién me entregó algo, por ello no me interesa tanto la “alabanza”, prefiero la gratitud.

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?


RDM: Tan asimétrico que puede ser simétrico. Escarbar en la naturaleza del amor suele ser poco amoroso. No existen patrones. Nada tienen que ver estas extravagancias mías, seguramente, con el poema de Luisa, muy buena poeta.

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?


RDM: Puede depender de dónde me encuentre. A orillas del río: amanecer, siesta, crepúsculo. Si en mi casa, en mi barrio: la mañana, el mediodía, la madrugada. Pero el asunto es estar en ese preciso momento, en ese lugar, no ausentarse, no de uno mismo, de la hora, del espíritu del tiempo.

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?


RDM: Reuniones cumbres, no me gusta, es como aquel poema del inmenso Horacio Castillo, cuando el escalador del Everest llega a la cumbre y descubre al cielo tan distante como antes (qué poeta Horacio Castillo, con él me reuniría en la cumbre del Everest), pero, bueno, jugando un poco, me hubiese gustado un encuentro entre Li Po y Thomas Merton, y si a eso le sumamos a Mozart tocando el piano, ¡yo quisiera estar allí, oculto entre arbustos, o sirviéndoles el té!

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...


RDM: Tablas, con tablas estoy hecho; con eso, yo que siempre pierdo, gano.


sábado, 12 de septiembre de 2020

Gloria Arcuschin es entrevistada por Rolando Revagliatti

«El amor, para mí, fue una especie de montaña rusa»

Gloria Arcuschin nació el 16 de septiembre de 1954 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, y reside en la ciudad de Haedo, provincia de Buenos Aires. Se desempeñó como maestra y bibliotecaria en instituciones públicas. Obtuvo en 2001 el título de Acompañante Terapéutico por la Universidad de Buenos Aires. Se formó en psicodrama con Eduardo Pavlovsky y en actuación teatral con Raúl Serrano. Condujo programas radiales. Fue coordinadora de talleres literarios, entre 2000 y 2017, en el área de Arte y Cultura de la Municipalidad de la ciudad de Morón. Durante 2018 y 2019 los dictó en el CUD Centro Universitario Devoto (Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de buenos Aires). Integrando el colectivo Red Arte Público participó con ponencias y otras presentaciones en Encuentros de Escritores Latinoamericanos y del Caribe por la Memoria, en Uruguay, Chile, Ecuador y México. El Honorable Consejo Deliberante de Morón aprueba por unanimidad, en 2014, la Declaración de Interés Municipal de tres novelas de su autoría, ilustradas por Federico Mañanes y presentadas en España (Madrid, Barcelona) y Argentina. Dos obras teatrales suyas fueron estrenadas: «Señora Lucía (por si la guerra)» y «Raudamente ciclistas». Poemarios publicados: «El árbol truncado», «Canciones impunes / Ave del paraíso». Y en el género narrativa, la nouvelle «Llovizna en Parque Lezama» y las novelas «Partidas (de naipes y otros amuletos)», «Libro de juegos (novela)» y «Cambio de lugar».

 

1: ¿Cuál fue tu primer acto de «creación», a qué edad, de qué se trataba?

GA: Mi primer acto de creación, que yo pueda recordar, está conectado ya, con la literatura.
Viviendo en un barrio del conurbano de Buenos aires, asistía junto a una amiguita a una escuela distante unas doce cuadras de mi casa; era un palacio para mí, un edificio de dos plantas, con escaleras de mármol, que databa de la época en la que un gobierno popular había dado gran importancia a los edificios escolares. Volviendo a mi primer acto creativo, yo tendría entre nueve y diez años: una mañana, acompañé a mi amiguita, quien vivía en la esquina, con la que hacíamos juntas las tareas del colegio, a unas clases de apoyo, maestra particular, como se llamaban a esas docentes que trabajaban desde su hogar dando clases a quienes tenían dificultades para obtener sus calificaciones necesarias para promocionar el grado. Esa docente hogareña, atendía a un grupo bastante numeroso, y justo esa mañana propuso un concurso literario; el primer premio sería por votación directa, y me preguntó el nombre, para que participara, y por si querían votarme. Casi todos los papelitos que fue abriendo tenían mi nombre. Y gané por un relato acerca de La Madre, mi primer premio, que consistía en una caja de bombones. Fui varias veces a reclamar a la casa de la maestra, hasta que llegó el esperado día, y volví como en un ensueño hacia mi casa, con ese cofrecito de cartulina con rosas estampadas y un cordoncito dorado, en las manos. Una ofrenda en un hogar, que, dada la ideología de mis padres, y los permanentes despidos laborales que sufrían, no permitía esos lujos. Esos bombones.

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

GA: Con la lluvia, si es suave, me llevo muy bien, me conduce a un clima interior de dulce melancolía, protección de estar en interiores, y por la calle, una diversión. Si es tempestuosa, me angustia pensar en las inundaciones, y el sufrimiento de tanta gente. La imagen de casas inundadas me causa desazón.
Las tormentas son otro tema, me provocan temor por el daño que puedan ocasionar: cierta vez, un pequeño tornado ciudadano afectó mi hogar, y me quedó una prevención. De pequeña, eran una amenaza. La sangre es belleza, es vida que nos habita, latidos. La sangre por heridas, es una imagen triste, siempre.
Las contrariedades son situaciones para resolver, siempre y a pesar de todo; las detesto, pero movilizan, a veces, hacia buenos lugares; otras, no.

3: «En este rincón» el romántico concepto de la «inspiración»; y «en este otro rincón», por ejemplo, William Faulkner y su «He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.» ¿Tus consideraciones?…

GA: Si la escritura literaria, me refiero a la ficcional, para deslindar de la teórica-científica, fuera una habitación, supongo que mi manera de trabajo de escritura, en la narrativa, sería la de acercar mi silla al rincón faulkneriano, gran maestro generacional, aunque no tan extremo, ya que siempre todo el desarrollo para mí, nacerá de un centro primigenio, una idea-imagen nodal, que tal vez lleve un soplo de inspiración. Amalgamada a una frase insignia: el título de la obra. En cambio, para mi escritura poética, arrimaría mi silla hacia el misterioso rincón inexplicable desde lo racional, de ese enigma llamado «inspiración» que implica, en mi caso, la escritura de poesía, atravesada sí, por la multiplicidad de cuestiones que atraviesan mi alma, donde no estará ausente lo social, los contextos, pero con un lenguaje que se me impone, desacatada y desordenadamente.

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

GA: Los artistas que me atraen más desde los avatares de vida que de obra, aunque, en realidad, también valoro de algunos, sus obras, serían: Felisberto Hernández (pero su obra me encanta), Soren Kierkegaard, Salvador Dalí, Horacio Quiroga (parte de su obra me interesa), Carl Jung. Muchos otros me atraen en vida y obra.

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

GA: «Quién ama la col, ama las hojitas de alrededor», «Si las cosas se hacen bien, salen bien», «El que llega tarde, llega más tarde», «No hay peor sordo que el que no quiere oír».ga-7

loria Arcuschin con Beatriz Arias, Daniel Arias, Norberto Barleand y Luis Benítez

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidadGA: «El jardín de las delicias» de Jheronimus Bosch, «La primavera» de Sandro Botticelli, la obra completa de Francisco de Goya y Lucientes, la obra de Carlos Alonso, la de William Turner, la de Antonio Berni.

La «Fuente de las nereidas», esa fuente monumental realizada en mármol blanco, de Lola Mora.
La filmografía de Federico Fellini.
La música de Mozart, el saxo de Coleman Hawkins, la voz de Mercedes Sosa, la de Carlos Gardel.
La labor de la bailarina Maya Plisétskaya.
La obra de Federico García Lorca, Pushkin, Chéjov. «Rojo y negro» de Stendhal, «La divina comedia» de Dante Alighieri, «Rayuela» de Julio Cortázar, «Ulises» de James Joyce, novela que me abrió las puertas a la libertad de experimentar con el lenguaje literario. Sin dudarlo, «Los siete locos» y «Los lanzallamas», de mi admirado Roberto Arlt, quien me abrió las puertas a la utilización de los conflictos y el lenguaje de los argentinos, para la narrativa.

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

GA: Yo había escrito un unipersonal teatral para el gran actor Walter Soubrié (además, destacado actor brechtiano), quien, opino, era un gran personaje. Nos avisa, a mí como autora y al elegido director, que a tal hora debíamos estar en la puerta del edificio en el cual, según él, vivía el empresario que pondría el dinero para la producción de la obra. Allí estuvimos. Impresionante piso en barrio exclusivo, inmenso living, personal de servicio con uniforme nos servía té o café con masitas, y el empresario no aparecía. Luego de una hora y media llega agotado de sus tareas, se toma tiempo para cambiarse, se sienta en un imponente sofá. Walter se sienta, casi arrodillado, a su costado y comienza a contarle el proyecto. Lo increíble es que así comenzaba la obra, Walter la estaba representando en la vida real. El tipo, indiferente, considera que era muy inseguro todo eso y nos despide. El director y yo, casi caemos desmayados de risa en la puerta del lujoso edificio. Walter nos miraba atónito, y más nos reíamos Justo, el director, y yo.

8: ¿Qué te promueve la noción de «posteridad»?

GA: Mi escritura, mis libros editados y presentados, esa es la finalidad, que alguna mano los rescate y me rescate del olvido. Mis tres hijos y sus hijos. Tocar una piedra de la Muralla Romana de Barcelona.

9: «¿La rutina te aplasta?» ¿Qué rutinas te aplastan?

GA: Pagar las boletas, ir al banco por trámites, detesto llenar formularios. Por lo demás, las tareas de la vida, me parecen bastante divertidas. Nunca me aburro. Resolver problemas relacionados a la tecnología, entendida como rutina de mantenimiento, me abruma.

10: ¿Para vos, «Un estilo perfecto es una limitación perfecta», como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: «…un estilo es una manera y un amaneramiento».

GA: Cada escritura, sea cual fuere, es un estilo; qué estilo se utiliza, o elige, eso ya es otro tema. No creo que haya un no-estilo. Imitar, es un estilo; plagiar, es un estilo. Intentar una forma de vanguardia experimental, lo es también, así como mantener formas clásicas, alternando con formas más contemporáneas. Incluir lo social, o no. Habría que ver a qué se llama «estilo perfecto», tal vez a una corrección enfermiza que lleva a una escritura desértica y fría. Soy ecléctica en lo que se fue cristalizando como mi probable estilo, que suele ser un cristal biselado, con variaciones. Lo veo más cerca, para mí, de «un estilo es una manera». Pero, a mi manera, por supuesto, soy una persona muy caprichosa, y me gusta cumplirlos.

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

GA: Me produce una gran indignación cualquier forma de injusticia social, hacia individuos, niños, marginados, desposeídos, desprecio racial, hacia grupos poblacionales, hacia mi persona.
Me despierta algún grado de violencia el crimen institucional, desde el Estado, quien tiene la misión de proteger, violencia que de ninguna manera ejercería en forma física, ni como venganza. Una violencia dentro de mi ser, que me hace daño y debo elaborar desde los pensamientos, o expresándolos.
Los sucesos que me hartan instantáneamente son aquéllos alrededor de la incomprensión, cuando te discuten mezclando todos los niveles, y repiten como mensajes grabados frases sacadas de los medios de comunicación, para dirigir y digerir la opinión pública; cuando te rebotan un trámite y no te explican por qué; y de la gente que discute violentamente me retiro pronto: me cansa, agota y harta.

 

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Gloria Arcuschin en 2019

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Gloria Arcuschin - Antología - Otra mirada, otra distancia (solapa)

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12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

GA: Vacaciones de familia, con papá manejando el Chevrolet 34 de Luxe. En carpa, con living y todo, mamá con su cocina, aromas entre los médanos. Mi hermanita de diez años. Y el mar de Ostende, costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires, con su extensa explanada de arena finita.

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

GA: Me agradaría encontrarme en esos cuadros de Edgar Degas, Claude Monet, Édouard Manet, con esos vestidos tan bellos, y cuando el aire y la luz y el agua con sus reflejos y los barquitos y los nenúfares y la gente ríe y hay chocar de copas, cuando todo parece una danza donde la vida se convoca. Me encantaría que Sandro Botticelli remplazara el personaje central del cuadro mágico La Primavera, por mi imagen en su lugar, llegando y repartiendo los hermosos dones y frutos de la tierra.
También, que algún compositor musical del que yo ame su obra, como Vinicius de Moraes, o Gustavo Cerati, o Alfredo Zitarrosa, o Jaime Roos, me hubieran dedicado una canción especial para mí, con letra y música, ¡y que esa canción lleve mi nombre, claro! Me hubiera gustado que el genial Gustave Flaubert me incluyera en «Madame Bovary», como amiga de ella, y poder salvarla, sacarla de su foso oscuro, de su trampa, y liberarla. Suelo tender a meterme en cosas complicadas.

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

GA: El silencio: detesto a las personas que, como forma de ejercer poder en las relaciones, se manejan con el silencio. Lo ominoso. El silencio del primer sorbo de desayuno, reencuentro conmigo.
La gravitación de los gestos: quedan en mi memoria aquellos gestos de amor, de cercanía, y los guardo en mí.
La oscuridad: el terror nocturno, en mi niñez y pre-adolescencia, lo fantasmal.
Las sorpresas: si traen malas nuevas, odiosas, golpes de la vida; si son buenas nuevas, lógicamente, bienvenidas.
La desolación: pérdida de seres queridos, la pobreza de las gentes.
El fervor: ser fiel a la ideología y a la mística individual que nos guía. Coherencia siempre.
La intemperancia: una mala conducta, dañina.
El sentido o criterio para recomponer lo dicho: Valorar y cuidar ese silencio interno que nos pacifica y reordena nuestros sentimientos. Disipar los fantasmas y lo ominoso, contando con nuestra congruencia de postura frente a la vida. Evitar la desolación, con la gente, lo grupal como lema.

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

GA: Pintores (y vuelvo a citar): Francisco de Goya y Lucientes, Carlos Alonso, Antonio Berni.
Directores de cine: Mario Monicelli, Federico Fellini, Leonardo Favio.
Escritores: Antón Chéjov, Roberto Arlt, Sara Gallardo, Jack Kerouac, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Virginia Woolf, J. D. Salinger, Leonard Cohen, Boris Vian.

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?…

GA: No aprecio las apreciaciones que vienen con etiqueta de «soy inamovible y traigo la verdad». En general, prefiero a la gente «imprecisa», inclinada a una actitud de vida más zen, buscando más preguntas sabias que respuestas mediocres. Prefiero las imprecisiones de la creación literaria, tanto en narrativa como en dramaturgia o poesía. Y aquellas acerca de las cuestiones sentimentales: abrir el juego a múltiples interpretaciones, enriquece.

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo «lo resolvés»?

GA: Ya en mi adolescencia advertí una cierta tendencia a querer y establecer amistades con personas turbulentas, con personas un tanto tortuosas, de las cuáles es difícil descifrar si realmente te quieren o se produce una inestabilidad a su lado. Que no juzgaría como positivas o valorables. Sí me perturbaba, complicaba y muchas veces entristecía, al sentirme defraudada. La psicoterapia y las experiencias hicieron lo suyo, como manera de resolverlo, y creo que fui orientando mis sentimientos de formas más armónicas, hacia direcciones donde combinen mejor lo valorado de las personas y mis sentimientos hacia ellas.

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango «Cambalache»?

GA: Sí, indubitablemente el mundo fue, es y será una porquería, observando lo visto y sus calamidades e injusticias. La mala distribución de riquezas y malas planificaciones a futuro. Pero amo la vida y cierta gente, los paisajes, y cada gotita de agua, cada brizna de pasto.

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

GA: Por ejemplo, los escritores Federico García Lorca, Javier Villafañe (también titiritero), Alfonsina Storni, James Joyce. La escultora Lola Mora. El líder político Nelson Mandela, el líder revolucionario, estadista del pueblo ruso Vladímir Lenin. La luchadora y feminista Ángela Davis. El libertador de América José de San Martín. Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. El compositor Wolfgang Amadeus Mozart. El cantor Carlos Gardel.

20: ¿Qué te hace «reír a mandíbula batiente»?

GA: Situaciones fuera de lugar en ámbitos inapropiados. Y chistes bien contados, sin groserías. Cosas que me pueden parecer ridículas. Los Tres Chiflados, cierto humor tonto, o Niní Marshall, con sus juegos de lenguaje popular.

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

GA: Con pena, rabia, impotencia, sensación de haber fracasado. Y el constante reproche por ser una persona que no hago lo necesario para difundir mi literatura, que tanto trabajo me tomo en realizar, y después pareciera que me boicoteo. Pero me repongo pronto, y me adapto al logro conseguido, con bastante serenidad, y algo de alegría, pensando: «Seguramente hasta aquí, es adonde querías o podías llegar, veremos qué pasa más adelante». Porque yo me hablo mucho, soy una persona que dialoga mucho consigo, me digo tantas cosas.

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

GA: El amor fue una especie de montaña rusa, nunca mejor dicho, dado mi origen, con cuatro abuelos rusos. Tuve matrimonios largos, y tres hijos muy bellos. Pero hubo separaciones, con el dolor y la inestabilidad que ello implica, también aprendizajes y crecimiento. El amor es un misterio que no comprendo.
La contemplación, la asocio con algunas prácticas orientales que realizo, no regularmente, y que me enseñaron a contemplar sin encender todo el tiempo la máquina de pensar; ver el mundo, me gustó siempre, soy detallista.
El dinero, fue en mi vida, el trabajo; la docencia en escuelas públicas y la docencia literaria fueron la base de mi economía personal, sencilla, pero suficiente. En épocas muy juveniles soñaba con algo mágico que me aportara mucho dinero, para ser muy feliz, pero no se dio, o no me interesó.
En cuanto a la religión, fui educada en el ateísmo, pero las grandes pérdidas afectivas a las que me enfrentó la vida, sumado a una fuerte tendencia a la ensoñación, me llevaron a acercarme a ciertas formas no institucionalizadas, pero cercanas a lo religioso, a mis raíces judías, en el recuerdo de mi abuelita Fanny, haciendo su shabat, encendiendo sus velas, tan bellas y serenas. Fue un ir buscando una manera de protección y consuelo y envolvimiento. Algo tenue. Prendo mis velas, en mágico ritual. Como institución, digamos, la religión, tiene grandes y severos problemas a resolver.
La política debiera ser una forma de traer felicidad a este mundo, pero no lo es. Puse mis sueños, mi tiempo y esperanzas, que no se realizaron, aunque acompaño, desde mi lugar, las propuestas que me parecen mejor para el bienestar del pueblo; es la única herramienta, muy imperfecta, pero es la manera de vivir en sociedad.

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de «insufribles»?

GA: No me gustan las comedias musicales, de teatro comercial, ni en cine. Películas demasiado lentas, sin que se justifique por la trama: insufribles. Algunas creaciones visuales de arte contemporáneo que intentan ser minimalistas, o irónicas, casi al borde del chiste, con muy poquísimo trabajo, tampoco me conmueven. Producciones literarias, como microrrelatos, que no me parecen tales, sino juegos de ingenio con palabras, también al borde del chiste, o poemas que no juegan con el lenguaje poético y son «decires» de algunas ideas, o lugares comunes. Pero creo que hay propuestas para todos, después se va viendo, o cada cual elige aquello que le agrada o conmueve. Nunca diría, tal cosa no se debe hacer, salvo las películas insufriblemente lentas, claro.

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?…

GA: Las pequeñas barrancas con pasto prolijamente cortado que bordeaban la Avenida General Paz, esa línea divisoria entre la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí, a una cuadra, fue mi primer barrio, y papá y mamá llevaban mate y rodábamos las niñas por las pendientes. Papá daba clases de equilibrio sobre los troncos de una especie de cerca, donde también nos sentábamos a ver los autos pasar: avenida Francisco Beiró y la General Paz.
El paseo «al Centro» de nuestra Capital Federal (como antes se denominaba) desde la ciudad de Haedo, con recorrido por la avenida Corrientes (por entonces, «la calle que nunca duerme», recordarás), viendo todas las vidrieras, toda la familia, con sus mejores galas.

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: «La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste». Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

GA: «Aquí nadie muere, nunca. No hay sufrimiento, porque nadie debe hacer sacrificios, aquí se comen los manjares naturales que se ofrecen, aquí se goza y se murmuran las palabras primigenias. No se piensa, el azar va presentando los sitios donde sentarse a mirar los ríos transparentes. Hasta que la ceremonia en el bosque de árboles sutiles indica que los cuerpos sinuosos, harán el amor. La autenticidad del deseo está en los cuerpos. Y la ciudad de la felicidad total, cae en su mayor, único final y fatal desajuste. El paraíso llega a su fin, comienza un mundo de miniaturas reales, la infancia, ella ahora lo sabe, ha terminado.»

26: «Donde mueren las palabras» es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…

GA: Donde nace el poema, o la «otra» palabra.
Donde nace el amor, la perplejidad de sentir.
En la angustia.

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

GA: Siempre me produjo una controversia interior el tema de los escritores, en especial, o artistas, en general, cuando su obra me resulta muy valiosa, en cuanto a forma y contenido, pero su ideología, es totalmente contraria a mi forma de pensar, a mi ideología. Hace años, denostaba directamente todo, autor y obra. Con el tiempo y las lecturas, me fui encontrando con los escritores Felisberto Hernández, Pierre Drieu La Rochelle, Louis-Ferdinand Céline, Ezra Pound, el filósofo Martin Heidegger, el ensayista Carl Gustav Jung, por nombrar algunos de clarísima y confesa, en varios de ellos, filiación e inclusive afiliación a la ideología nazi, simpatizantes del nazismo. Pero me gustaban sus obras (salvo en el caso de Martin Heidegger, que me parece enredada y oscura su escritura filosófica, y tampoco me conmueven sus conceptos, aunque tanto lo admiren y glorifiquen unos cuantos catedráticos). «Viaje al fin de la noche» de Céline, me parece una novela formidable, no al nivel, por ejemplo, de «Sin novedad en el frente» de Erich Maria Remarque, pero muy buena escritura. «El caballo perdido», «Nadie encendía las lámparas», «Tierras de la memoria» de Felisberto Hernández, a quien rescata Cortázar del olvido, son una maravilla de narrativa original. Llegué a la conclusión de que lo mejor era, de ninguna manera disculpar sus conductas humanas, puesto que como personas me parecen despreciables, y no los disculpo por escribir bien, como sí lo hacen muchos colegas y publicaciones que he leído, o escuchado en declaraciones. Pero valoro las obras, en sí, como obras de arte, punto. La entrevista de Pier Paolo Pasolini a Ezra Pound me produce una gran perplejidad, no puedo entenderla: con gusto Pound lo hubiera visto a Pasolini en un campo de concentración, por homosexual y comunista. Irrealidad me crean esas cosas. Hace poco tiempo, para un aniversario de Ezra Pound, poeta bastante bueno y mentor de muchos poetas del siglo veinte, vi con tristeza y pesimismo cómo sitios de internet, lo elogiaban, intentando disculpar su ideología nazi, y criticando el castigo recibido en juicio, a una celda muy pequeña, y esas cosas. Aprendí a convivir, separando artista y obra, obras en las cuales no se propicie el horror de esa ideología que causó y sigue causando el infierno en la tierra. Lo mismo cabe para algunos escritores como Mario Vargas Llosa: valoro su narrativa, hasta en algunos de sus libros, antimilitarista, pero cuando lo escucho hablar de cuestiones sociales y políticas, eso es harina de otro costal.

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

GA: Me cae muy mal la gente que «no responde», tomo esto, su silencio, como conductas del orden de lo perverso u ominoso, considero que es una manera de dominio y de crueldad, un ejercicio de poder sobre las otras personas. El silencio como quita, como castigo. Me cae muy mal y me aparto para siempre, porque queda en medio algo sin resolución, un pendiente. No me decepcionan, me molestan los juegos del gato y el ratón. No termino de comprenderlas, y me agotan.

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

GA: Médicos, enfermeros, docentes, todo el personal que está al frente de una nave, un avión, un tren, seres que enfrentan grandes responsabilidades, y el destino de muchas vidas. A los trabajadores y trabajadoras. A los abogados de Derechos Humanos, gente que da su tiempo en beneficio de los demás, a los que atienden comedores comunitarios.

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

GA: Soy de mis pasiones y puedo manejar mis entusiasmos.

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

GA: El bailarín Maximiliano Guerra, los escritores Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones, el pintor Salvador Dalí. Afloran estos nombres como «alabados desmesuradamente» en mi criterio, según la valía que, de todas formas, está presente en estos artistas. Pero tengo una larga lista, considerando que el marketing, o la publicidad, digamos, a partir del Siglo XX, en el que el arte comienza a ser socio de la industrialización y seriación del arte de masas, para ir cada vez más apoderándose del arte «de autor», acorralándolo, y dando valor a productos comerciales, que se le refriegan tanto por la cara a los pueblos, que terminan por imponerse, gracias a un discurso en el que se nos presentan verdaderos bodrios, muchos, meras imitaciones del arte de artistas, como algo grandioso, y miente, miente, que algo quedará. Creo que por sobrevaluaciones y creaciones ficticias de artistas supuestamente «geniales», el arte se ha ido degradando fuertemente. Igual, siempre sigue viviendo el trabajo artístico profundo y con fundamentos técnicos y teóricos, aunque se despliegue en los márgenes.

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, «El amor, asimétrico por naturaleza», tal como leemos en el poema «Cielito lindo» de Luisa Futoransky?

GA: Creo que el amor es cuando sucede. Valoro el poema que mencionás, como poema, pero no podría suscribir o acordar con ninguna definición de este sentimiento humano. Tal vez, cada una sea un aspecto que puede conformarlo. Me parece que nos movemos entre demasiadas definiciones y carteles con frases que intentan darnos seguridad sobre las cuestiones a las que debemos enfrentarnos en nuestras vidas. Como un recetario con instrucciones, si te pasa tal cosa, hacé tal otra y serás feliz. Hay en las redes virtuales, tan presentes en nuestras vidas, cataratas de conceptos enlatados, muchos sobre el amor y qué hacer con él. Los carteles con frases, o el intento de definir, me parece que anulan, limitan mucho la capacidad de movilizar pensamientos y poder decir lo propio. Para mí, el amor, por ejemplo, es algo que cuando puedo o pude sentir, Eros se presenta luminoso, y derrota al oscuro y sigiloso Tánatos. También lo veo como un sentimiento con un centro persistente y una manera de pasar al acto, que fue mutando a través del tiempo. Pero me declaro bastante inimputable al respecto de este tema. A través de la escritura, le voy buscando algunos sentidos.

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

GA: La noche plena, junto a la madrugada. Sin dudas. En el mar, el crepúsculo vespertino, con el mate en la mano.

34: ¿Qué dos o tres o cuatro «reuniones cumbres» integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

GA: a) Carlos Alonso, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Pablo Casals, Enrique Molina, Joan Miró.
b) Boris Vian, James Joyce, Dante, Homero, Francisco Madariaga, Edgar Bayley.
c) Marcello Mastroianni, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Dino Buzzati, Stendhal, Honoré de Balzac.
d) Marcel Proust, Oswaldo Guayasamín, Frida Kahlo, Diego Rivera, Roberto Arlt, César Vallejo, Alejo Carpentier.

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?…

GA: Cuidando a la Dama, estoy plenamente dedicada a planear movidas y estrategias para defender siempre, en todo momento, a la Dama.

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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Haedo y Buenos Aires, distantes entre sí unos 30 kilómetros, Gloria Arcuschin y Rolando Revagliatti, agosto 2020.

http://www.revagliatti.com/031103_esposito.html

http://www.revagliatti.com/031103.html