jueves, 21 de marzo de 2013

La danza de las hienas, Iván Medina Castro



La danza de las hienas
Iván Medina Castro




Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley,


 es abyecta, pero el crimen premeditado, la muerte


solapada, la venganza hipócrita lo son aun más


porque aumentan esta exhibición de la fragilidad legal.


Julia Kristeva




It is unfortunate that our nation is rather too


 clannish: If all Somalia are to go to Hell,


tribalism will be their vehicle to reach there.


Mohamed Siad Barre




A Sagal Gabril




29 de noviembre del 2000, La Haya. Tribunal Internacional para el enjuiciamiento del presunto responsable, Abdi Kadir, por crímenes de guerra y otras faltas graves al Derecho Internacional Humanitario cometidos en la región de Woqooyi Galbeed, al norte de Somalia, durante la guerra civil a partir de 1991. (Resolución 666).


Es verdad, los propios beligerantes rara vez captamos las causas y derivaciones sistemáticas de nuestra barbarie, pero ésta situación jamás concluirá. Con excepción de la guerra entre Etiopía y Eritrea, en la última década los conflictos en el continente son dentro de los lindes de las propias naciones: guerras civiles, feudos tribales, choques étnicos, confrontaciones religiosas.


Allá, en Somalia, todos deseamos el poder, está en nuestros genes. Cuando fallece un warlord, hay muchos hermanos anhelantes por ascender en la línea de mando. El único objetivo es llegar a ser un warlord para así donar o destruir más riqueza que el rival y, al avergonzar a los oponentes, obtener la admiración y culto entre los incondicionales. Se dice que si la ley está en el warlord, el destino de los seguidores no es ni el poder ni el deseo sino la muerte. Mi caso fue diferente…




La cosa empezó así. En la antigüedad, existía un principio consistente en el hecho de que el clan es el refugio, el único lugar capaz de garantizar la seguridad cuando el mundo se desmorona, por tanto, un individuo se casaba en el interior de su clan con la intención de fortalecer la identidad del grupo. Después de la prohibición del clanismo durante el gobierno de Siad Barre, me comprometí en matrimonio sin tomar en cuenta las diferencias entre los clanes, ella Isaaq y yo Samaron, pues entendí que los problemas pasados habían sido superados. Eso creía entonces, hasta que viejas rencillas causaron el éxodo de mi gente. Abandonamos el lugar propio… ¡Fuimos excluidos del espacio!


La oralidad dice que los problemas iniciaron por el control de unos camellos y la posesión de algunas mujeres. En aquella época, los británicos irónicamente pudieron mediar en el conflicto, pero las diferencias de hoy son irreconciliables, la oposición interna se generalizó y la insurgencia basada en la afiliación al clan se desencadenó. Eso es debido, probablemente, al hecho de que bajo aquel cielo raso de tierra estéril, no cabe el mandato de cada uno de los jefes de los clanes.




Abdí es obligado a separarse de mi lado y no entiendo las razones. Se persigue a su clan y se les expulsa de la comunidad forzando el desplazamiento. “¡Al estercolero, al estercolero! Allí es donde pertenecen”, mi pueblo aclama. La gente apedrea a los que osan regresar.




Durante la diáspora, separado a sangre y fuego de mi esposa, de mi casa, de mi historia, fui reclutado por un grupo de shiftas*  con la única intención de recuperar nuestras tierras.


Les he de decir una cosa. En el caso de la masacre de los Isaaq, no tengo cabida en ello. Yo no estuve en Woqooyi Galbeed, ni ordené nada.  Me enteré del asalto a la población tan pronto regresó el warlord… y de la manera menos esperada. A la base llegaron tres camiones: en una venían los compañeros quienes celebraban emitiendo disparos al aire con júbilo. Dentro de los restantes vehículos aparecía el botín de guerra: mujeres para el solaz y menores que serían entrenados para combatir. El warlord nos convocó y como es la costumbre, cada uno de los mandos elegía a la mujer con quién celebraría el triunfo. Cuando fue mi turno, apenas inicié una inspección somera y mis ojos acertantes hallaron a Sagal. Disimulando apenas mi asombro, rápido me acerqué a ella, la tomé de la muñeca y la pedí. Mientras la llevaba rumbo a mi habitación, las boinas rojas; escoltas del warlord, pararon nuestra marcha y manifestaron que esa presea ya había sido seleccionada por el líder. No volteé a verla mientras se la llevaban pues no tenía caso, ella ya estaba perdida.


Es durante el asedio cuando la descarga de la agresividad y de la muerte nos alcanzó. Poseídos del infinito mal arrasan con los campos, las mieses y con nosotros también. ¡Mataron a diez, a cientos, a miles! Había machetes con vida amputando a quien estuviera en su paso. Todo ardía en columnas sombrías y la gente se precipitaba despavorida sin dirección. “Que se oigan los gritos por cada rincón para hacer temblar a la entera nación”, gritaban las hienas.  Incluso las fieras del desierto lloraron.


Entrado el caos de la noche, un calor agobiante me despertó. Remojé mi rostro en el bebedero y repentinamente tocaron a mi puerta, abrí y allí, en el umbral estaba titiritando Sagal. Sentí una sacudida abrasadora y muchas cosas pasaron por mi mente: felicidad, gozo, pero sobre todo mucho miedo. La abracé y lloré con ella. Al paso de los minutos, llegó por fin lo que sería el desenlace de mi ansiedad. El warlord entró a mi habitación, observó a Sagal con una mirada dilatada producto de la ingesta de kat y percibió los índices de una orgía imposible. Desenvainó su machete, se aproximó a mí con la lentitud de una hiena seguro de su presa, me tomó de los testículos y posó en ellos la fría y filosa hoja metálica. Una vez indefenso, a merced del warlord, Sagal sacó de entre sus telas una daga y sin titubeos lo apuñaló una cantidad ilimitada de ocasiones. Seguramente las mismas veces en que el warlord la había hecho suya. Sagal, soltó el arma fatídica y como siguiendo una interdicción sacralizante llevó sus manos ensangrentadas a su rostro embadurnándose por completo. Por un breve momento quedé impávido, conocía a la muerte de cerca, pero aquello era abyecto. De pronto, las boinas rojas empezaron a forzar la puerta, así que me apresuré a tomar el machete y con todo el pesar de mi alma de un solo tajo degollé a Sagal. Ella yacía sobre el suelo entre sus trapos rebosantes de su asquerosidad y antes de que sus ojos se le dieran vuelta hasta quedar fijos, todavía se escuchaba el sonido de la sangre que brotaba de su cuerpo.



La sangre dejó de surgir de mi cadáver. No respiro más y me quedo hipnotizada. Me mira, lo miro. Se ve tan alterado que hasta se caga… ¡Alguien ha entrado! Dejo de escuchar y súbitamente reina la oscuridad.


                                                          


A partir de ese momento, todo era para mí. Yo era propietario del sol y la luna, de la tribu y de un miedo inconmensurable. En realidad así fue la verdad; ningún rastro, aparte de pequeñas minucias, no sé cómo decirlo… insignificantes.




*Historically, shifta served as local mitia in the lawless rural mountainous regions on the Horn of Africa. The word shifta can be translated as bandit or outlaw, but can include anyone who rebels against an authority or an institution that is seen as illegitimate. (Rethinking resistance: revolt and violence in African history. Brill Academic Publishers.)





Iván Medina Castro

imc_grozny@yahoo.com





Hombre que teje fino; siempre será malvado, nunca tendrá buen tino,


Acerca del BMD (Banco de Maridos Defectuosos)
Hombre que teje fino; siempre será malvado, nunca tendrá buen tino.
Juan Manuel


Carísima Hermana en las letras, Sor Llanos:


Antes de dar inicio a la beligerancia, los cánones estipulan que lo cortés no quita lo ca.. ca.. caballeroso; luego entonces permíteme expresar mi enorme gozo  y alegría pues deseo que los votos que hago porque tu buena fortuna y salud se mantengan, e incrementen, con el tiempo que te quede de vida en este mundo.


10, 9, 8, 7, es un conteo que usualmente se usa para marcar el inicio de algún tipo de aventura y en esta ocasión la aventura literaria dio inicio ya hace tiempo pues aunque estamos aquí reunidos, algunos en contra de nuestra voluntad, otros voluntariamente en contra y otros, finalmente, contra la voluntad  de lo que sea que suene este Banco de Marido Defectuoso que ya daba visos, y tuvo su primera mención, en esa tu primera obra, mal obrada pero bien librada, donde aparte de dar luces de tu dominio del género literario le diste patadas y coces al género masculino.


Hoy nos encontramos nuevamente reunidos, en la presentación de un material hecho por y para el beneplácito de todas aquellas personas que como bien supo definir el filosofo griego no se sabe con certeza si poseen alma, pero ya poseen derecho a votar y ser botadas lo cual nos garantiza una convivencia más equitativa y pareja; aunque, precisamente, sobre los asuntos de la convivencia en  pareja es de lo que más discutimos, debatimos, discurrimos, platicamos, analizamos, planteamos, evaluamos, escrutamos o simplemente chismorreamos tratando de hallarle la cuadratura al círculo.


En tu primer trabajo, Sor Llanos, fuiste ruda, que digo ruda, cu..cu..cultamente ruda hacia el sexo opuesto y nos dejaste en condiciones más que deplorables. Sin ánimos fatalistas puedo decir que tu querido lector y hermano termino la lectura odiándote lo necesario para poder seguir escribiendo y departiendo sobre el tema, y amándote lo suficiente para retomar la iniciativa de defender mi estirpe. Así entonces, con mi armadura maltrecha, embestiré a molinos y gigantes.


El inconveniente es que ahora, en esta nueva acometida contra el grupo de tus dolencias, apetencias, frustraciones, degustaciones, fijaciones y demás contrastaciones, te haces acompañar de 18 pesos pesados, puras campeonas del mundo, ejemplo y luz de su género, y yo, yo, yo debo acogerme, resguardarme en el amor del Todopoderoso para que me ilumine en este camino pues a fin de cuentas si el tema es de un marido descompuesto ¿de quién debe ser la responsabilidad: de quién lo uso repetidas veces o del equipo en cuestión? Porque bien es cierto que todo equipo o maquinaria tiene un periodo de vida, después del cual presentará un deterioro. Si acaso fue así ¿por qué no se le procuro mantenimiento?


Si acaso se acepta la premisa de que el marido es un ente autónomo que puede y toma (aunque en exceso, lo admito) decisiones (y también admito que no siempre acertadas) ¿por qué cuestionar lo que ustedes aceptaron implícitamente? ¿quién manipulo, sedujo, indujo, embrujó o simplemente convenció ese evolucionado cerebro tan jactanciosamente pregonado?


En tu manifiesto manifiestas, con fiestas y festejos, que por cada mujer enamorada hay un marido en potencia; por cada mujer feliz hay un amante clandestino involucrado y por cada esposa frustrada hay un esposo frustrante. Ergo: por cada marido potente hay una mujer encabronada; por cada amante conocido voluntario hay una infeliz mujer involucrada y por cada binomio frustrado hay una puerta abierta al debate sobre quién tuvo la culpa. Si no fuera así, no estaríamos aquí.


Querida hermana: tu labor e idea de una banca marital me parece noble, loable pero un tanto al estilo de las decisiones que toma la otra Banca Mundial: majestuosas sobre los que no tienen; dolorosas, pero necesarias y a fin de cuentas se llega al mismo punto: consumir lo que el país produce.


Sin embargo promueves (no, no me refiero a esas dotes tuyas) que tú y tu grupo han educado y rehabilitado a algunos hombres, y con ello dan ejemplo de que el cambio es posible, que tal adiestramiento se puede dar y de con ello el resto de las mujeres habrán de encontrar el edén que ustedes no habían conocido… hasta que lo encontraron.

Es decir, primero vivieron un infierno, según su versión y luego, aprendida la lección, convivieron con otro personaje que acepto ser sujeto de experimentación (¿de verdad aceptó, así nomás?) y ¡voila! ¡el cambio consumatum est! ¡No me digas chulés! ¿y tu nieve de limón como la quieres en va-vaso o en ba-barquillo?

Y no es que quiera poner en entredicho las capacidades capacitadotas incapacitantes de cada una de las capacitadoras que capazmente expresaron en sus historias, las incapacidades de unos y las mega capacidades de otras (¿alguien no fue capaz de seguirme en este párrafo? Seguro es mujer)

 Sino porque nosotros hemos elaborado más de una estrategia para proteger y preparar a las generaciones venideras en contra de esa equivocada teoría de igualdad, porque iguales nunca lo seremos Carisima Hermana ya que a fin de cuentas ¿iguales en qué? Pues por más que me veo, y reveo, y a las de tu grupo tienen más detalles físicos en comparación con los míos; poseen características orgánicas  y funcionales que me hacen contradecir dicha idea. A todo ello la parte oculta de su masa cerebr…, de su cereb..., de eso que dicen que es más evolucionado y que nos tiene aquí reunidos disertando, sigue siendo un misterio por lo complejo que resulta saber la cantidad de energía que una neurona consume.

Volviendo al tema de tu institución bancaria esta tiene ahora un acérrimo e irreconciliable rival por lo que convoco desde este momento a todos los varones, hombres, masculinos y caballeros para que nos organicemos (¿nos tomara mucho tiempo? ¿alguien sabe a que hora son los juegos de fútbol americano del próximo fin de semana?) perdón, decía nos organicemos para realizar acciones en contra de este grupo de mujeres que (por cierto compañeros, ¿alguno de ustedes conoce a alguna joven soltera? Tengo un amigo que me esta pidiendo que le presente a alguien pero no conozco a nadie que lo aguante, hay les encargo por favor si saben de alguien)

Decía, ya se ha iniciado la contraofensiva a través de los medios electrónicos, como esos excelentes anuncios de una deliciosa bebida elaborada de malta y cebada, que lleva el nombre de por allá de tu tierra Llanos y en el cual se pueden  ver esas geniales estrategias para demostrar nuestra pericia, sagacidad y notable conocimiento de (por cierto, ¿alguien de ustedes sabe como puedo quitar una mancha de café de un sweter de alpaca? Se me derramó un poco hace tiempo, no lo he podido limpiar y en la tintorería me cobran una fortuna ¡ y sin garantizármelo!)

¡¡eh!! Que ¡¡ah!! Si retomo: es necesario darnos cuenta de, de, de….que no hemos leído el libro. En los últimos años una vorágine de libros, revistas, ensayos, escritos, panfletos, pantuflas, libelos, folletos, follajes, folladas, folletines, tarjetas y otros tantos materiales publicados han caído casual o a propósito en nuestras manos, y el común denominador es que si la autora es una mujer arrasa con el sexo opuesto o con el sexo puesto. El resultado es el mismo.

¡y no hablemos de las canciones donde el ámbito es como un campo minado! Es más fácil acudir a la pamplonada y salir ileso que entrar a un bar karaoke, un viernes de quincena, porque al calor de las chelas frías (irónico) y con las copas subidas (tanto las de alcohol y las que van al escenario) se arrancan con su mejor repertorio las fámulas, féminas, felinas arrean con todo aquel que no sea de su agrado, que no haya pagado la pensión, les llegue el recuerdo de una ocasión en que… o incluso si hubo una promesa no cumplida… de lo que te puedas imaginar.

Hoy tenemos que dar tregua y leer, aún más, 18 historias, 18 partes de un todo, para seguir conociéndonos más y poder llegar a reconocernos no como rivales, ni mucho menos como medias partes de algo sino como compañeros de vida, de camino, de aventura y correrías.

                                                                      AMÉN

lunes, 18 de marzo de 2013

LOS SONIDOS DE MI PUEBLO (TULYEHUALCO), MELCHOR MOLOTLA MOLOTLA


LOS SONIDOS DE MI PUEBLO  (TULYEHUALCO)

MELCHOR MOLOTLA MOLOTLA

Tengo la certeza de ser una persona afortunada de vivir el mundo de mis padres  y el mundo de mis hijos, dos mundos totalmente diferentes.

El mundo de mis padres fue compartido con nosotros sus hijos; su mundo rural fue de campo, donde se escuchaba el canto de las aves, esas pequeñas criaturas que inundaban los cielos limpios y azules de mi pueblo, en contraste con las aguas nítidas y cristalinas de los canales y acequias de las chinampas, rodeada de ahuejotes simulando soldados custodiando a tan preciado legado de nuestros abuelos.
Los sonidos del relincho de los caballos o el trote de estos, mugir de las vacas pidiéndole a su dueño de comer o de tomar agua. Sonidos comunes que prácticamente ya desaparecieron.
Dentro estos sonidos comunes  que generaba nuestras actividades cotidianas; era la ordeña y darles de comer el salvado a las vacas para después sacarlas a pastar, ya sea en la hacienda o en lo de chavarria lo que hoy es la quiahuatla,  era un mundo de ganado el que salía y en el  trayecto por las calles se escuchaba el bramido de las vacas recién paridas buscando a su crió, sobre todo las primerizas  que no sabían como estaba la onda; con estas era una pachanga para ordeñarlas pues no estaban acostumbradas que les jalaran las chichis ¡carajo! Eran mentadas de madre y uno que otro madrazo hasta que por fin las amansabas. Las vacas mas grandes ya sabían y no se tenia problemas en cuanto a la ordeña, pero una que otra ves se les metía el diablo y pateaban hacia enfrente y casi te ponían de sobrero la cubeta de ordeña  o te empezaban a golpear con la cola para molestarte ¡que pinché coraje! por que  a veces te pegaban en la cara y  te la  metían hasta en al boca, pos ni modo madrazo seguro y mentadas de madre por toneladas y deberás no es que fuéramos mal hablados si que nos hicieron que fuéramos así.

Nuestras madres en la cocina atizándole al tlecuilt muy apuradas para calentar la comida o hacerla para los que se iban al campo o a la escuela por la mañana.
Nuestro desayunado y comida era en base a lo que se producía: leche, carne, el maíz en su diferentes formas, en tlaxcales, hitacates mezclados con nata, atole, pinole con azúcar, quesadillas con flor de calabaza o de huitlacoche, requesón, calostros(leche tierna), etc., etc., no faltaba los frijoles en todas su formas, con calabacitas, molidos con sus respectivo epazote, en algunas ocasiones con nopalitos o con tunitas o con xoconostles, los  amanehuas; los frijoles amanehuas era fríjol tierno recién cosechado del cerro.
Imagínense  con unas tortillas a mano recién salidas del comal y acompañado con unas rajas de chile fritas o un chile molcajeteado. ¡Me cay eso si era comer!
El sonido de la leña quemándose, el grito de nuestra madre pidiendo mas leña, o el grito dense prisa que ya es tarde para ir a la escuela y no han terminado de atender las vacas.
Por las tardes todo un poco mas tranquilo nuestras madres nos llamaban para comer y como en ese tiempo cada familia tenia mínimo cinco hijos, nos sentaban alrededor del tlecuitl  para que cada uno de nosotros tomara las tortillas que nos comeríamos, pero ¡ahí! ¡Ahí! Estaba el problema el comal no nos daba abasto y eran unas pinches  peleaderas de la rechingada, pero al final nuestras madres sabían cuanto comía cada uno de nosotros, y alcanzaba para todos.
Después de terminar nuestros labores,  salíamos  a jugar; salíamos y entrábamos de las casas de los vecinos, no había ninguna restricción, ¡éramos libres!.
Dentro de estos juegos estaba el frontón; no había pared que no acusara las huellas de las pelotas y las calles se convertían en canchas de fut bool.
Ya por las noches después de hacer la tarea ¡ha! escuchar tu programa favorito de radio . La radio te trasportaba al mundo de la imaginación y en un abrir y cerrar los ojos  estabas en la selva, en los ríos, en las  montañas. Escuchabas  el ruido de la lluvia, los gritos de peligro, el aullar de un coyote, el sonido del disparo de una arma de fuego y todo era alrededor de ese aparatito.  Se formaba un ambiente de suspenso entre las personas que lo escuchábamos.
Los programas mas populares de la radio, Kaliman, Cucho el roto, Profirió Cadena el ojo de vidrio, Programas musicales, el rock en español, y un chingo de anuncios comerciales.  

ENTRA LA TELEVISION:
Pocas familias podían darse el lujo de tener un aparatito de esos, era caro,  en consecuencia pocas televisiones había en el pueblo y para verlas teníamos que ir con Doña Maria la Cucurucha o con Doña Aurelia Mendoza esposa de Félix Mundo. El costo de la entrada a la tele era de 20 centavos ¡de aquellos tiempos!
Algo que no puedo dejar de escribir.: fue cuando mi  abuela compro su televisión, “Blanco y negro” de bulbos ¡como los radios!, con tecnología de punta ¡que maravilla!, para nosotros era un aparato muy novedoso. Recuerdo que los técnicos la instalaron y le comentaron que debería probar la televisión y  si le gustaba o no,  mi abuela muy cuidadosa con el fabuloso aparato, no nos dejaba pasarle a otro canal, puesto que tendrían que llegar los técnicos a enseñarnos como se hacia. ! Que cosas no!
Los programas mas vistos fueron  “Eran tres de caballería, en el viejo Oeste Americano”, “Rin tin tin, perro soldado y su dueño Rosty”, “El llanero solitario y su fiel amigo Toro”. “La Ley del Revolver con el peculiar Chester”, “Los locos Adams con el tío cosa y el amo de llaves, Largo,” “Hechizada hermosa mujer y sus travesuras de bruja buena”, “Mister Ed, el caballo que habla”, “Lassie no se si se escriba así, en la granja”.
La tecnología electronica entro a mi pueblo a mi barrio y cambio poco a poco nuestro modos vivendus
El cine de Tulyehualco también llamado el de la viga;
Su nombre  es debido que en lugar de butacas como asientos  eran vigas descansadas en troncos de árboles !Ha! y eso no es todo, el cine tenia un altavoz  en frente  junto a la pantalla, del lado derecho a la vista de todos y  cada ocasión que se rompía la cinta ¡si la cinta!,   ¡aunque ustedes no lo crean!, y después venían los chiflidos, gritos y pedradas a  la bocina y mentadas de madre. ¡Creo que era parte del folklore!
El cine se encontraba en Av. La paz entre Josefa Ortiz de Domínguez e Ignacio Zaragoza, ahora casa de la familia de Don Pepe Villarruel, era una casa semi derruida, con una construccion vastante antigua, hecha de cal y canto, a un  lado de esta  estaba el local casi al aire libre, su techo de laminas de metal y piso de tierra, el proyector estaba en la parte tracera  de la sala sobre un árbol  en una pequeña cabaña tipo tarzan (Arroz) y de pantalla un aplanado de yeso sucio con excremento de mosca..
Para promocionar el cine pegaban cartelones en todos los postes de pueblo, también utilizaban una camioneta armada con un altavoz anunciado películas en todos los pueblos Otra forma de promover el cine  fue en el propio cine ¡ahí! se colocaba un altavoz arriba de la casa, pero dentro de estos anuncios no faltaba quien se pusiera a cantar como el Pedro “el pica piedra” que demostraba sus dotes de cantante.
Principalmente se exhibían películas relacionadas al campo mexicano, las del Santo o de terror. ¡Cuando eran de terror mi amigo! ¡No masques! para regresar a casa habría que chigarse, por que el pueblo tenia un piche foquito en cada esquina, las paredes de las casas eran muy altas, y las leyendas de espanto del pueblo, formaban un ambiente cabrón sobre todo para mi que tenia que pasar por algunas casas abandonadas, coma el molino de aceite de olivo, el callejón de los palacios, que estaba muy obscuro y el foquito de la esquina de mi casa que no alumbraba ni madres ¡que miedo! Pero eso si a otro día presumiendo de que fui a ver la película  ¡que chingón no!

El sonido del reloj del pueblo, tenia o tiene  ¿no se? Cuatro tamaños de campana, la mas grande marcaba la hora y las restantes eran para marcar los 45, 30, 15, minutos,  cada campana tenia su rol, dependiendo el tamaño de esta, la mas grande tenia un sonido mas fuerte que las demás y la de 45 minutos su sonido era menor y así hasta llegar hasta los 15 minutos.
En ese tiempo no  todos contábamos con un reloj en casa, no  como ahora que dizque digitales con muchos sonidos y hasta con todo tipo música.
En Tulyehualco toda la población escolar tenia muy presente tres sonidos; el del reloj que siempre estaba adelantado con 5 minutos, creo que subdelegado y que ahora se le llama coordinador territorial adelantaba el reloj, para que todos nos diéramos prisa al sonido de de las campanas,  el segundo sonido aun mas fuerte era el escape de la chimenea  de la empresa INTECOMSA. Prácticamente era la segunda llamada a clases, y chinge a su madre, todos corriendo, era una boruca en las calles encabronada, las  madres jalando a los hijos para que no llegar tarde a sus clases. A veces con un baño ranchero con olor  a vaca y descalzos por que no había pa mas.
El tercer sonido era ya dentro de la escuela, ese sonido, era la campana que mas que campana era un tubo de fierro, que don panchito tocaba con una martillo, pero ! ahora si¡ ya nadie podía entrar a las filas de cada grupo, por que ya se iba hacer la ceremonia y honores a la bandera y no se podía interrumpir ese acto cívico, en donde se tocaba el himno nacional y se pasea la bandera, dentro de este acto había recitaciones y palabras del director haciendo alusión a la patria.
Don Panchito como todos lo conocíamos era un señor alto de unos 65 años de edad, bonachón,  muy fuerte, impactaba su corpulencia, pero bondadoso, en contraste con el director  don benito caballero hombre serio atento y caballeroso impulsor de la educación en Tulyehualco.
 Algo que no olvido son los chiflidos:
Sonidos peculiares guturales: cada familia tenía su propio chiflido, era una forma de comunicación común dentro de nuestro pueblo.
 ¡Pero como nadie! Tulyehualco tiene  un chiflido en  común que se esta perdiendo en el tiempo, chiflido  que nos identifica en cualquier parte del mundo,  hasta en china, como cuando el equipo de Tulyehualco piso las canchas de ese remoto país.  
En los encuentros  de fut bool., era una pieza fundamental e importante de comunicación, hasta los cronistas de fut bool  hacían comentarios sobre  este fenómeno.

El chiflido fue pieza fundamental para los novios,
Cuando tú ibas a ver a tu chica lo primero que hacías era chiflarle para que ella supiera que tú estabas ahí.
Tú como novio tenias que inventar un chiflido que te identificara que eras tú, para que ella saliera sin error.
Ahora chiflarle a una novia es una mentada de madre, o le hablas por celular o chateas en computadora o simplemente por el teléfono de casa.
Estos son los sonidos de las actividades cotidianas de un pueblo rural típico, de aquellos años en donde no había carros, carros y más carros, que nos han facilitado nuestras vidas pero que han limitado nuestra libertad cotidiana. Ya no hay el grito en las calles de gool  o el tanteo de vamos 2 a 1, sale bola, o el ya me robaste un tanto.
Ahora para practicar cualquier activadas física debemos acudir a  lugares especiales, encerrados. Se perdió el barrio y sus sonidos ancestrales.
El barrio era nuestro como lo fue de la palomilla (grupo de jóvenes de la época de nuestros padres).
El barrio era identificación, convivencia y después  nuestro pueblo como nuestra matria  que los vio y  nos vio nacer, crecer y morir.



Textos de Beatriz Fernández


Textos de Beatriz Fernández (Betty Love)
I.
Comenzaba la noche, la sutileza de la luz en aquel lugar tan acogedor, unos tragos de cerveza que me incitaban y desinhibían, pasaban las horas, me tenía seducida tu sonrisa, ya estaba apresada en tu cuerpo embriagador, captaste mi atención con tu pertinaz mirada en el mismo instante en que te volteé a ver, te gocé en una danza, sintiendo tu abdomen y el movimiento de tu pelvis a ritmo de una seductora salsa, te tuve tan cerca, era inevitable meter mi entrepierna en cada acercamiento rozando tu virilidad, torturándome deliciosamente. Anochecía y cada vez bajaba más la temperatura, mi cuerpo estaba confundido erizado por la mezcla de frío y excitación. Mis gritos silenciosos anhelando sentirme en tu cálido ser, haciéndome temblar como una campana de cristal, sin prisas ni aliento, en un tiempo inmoral… desde esa noche permanezco inquieta, perturbada, excitada al recuerdo, buscando condensar mis sueños…
II.
Con mis cabellos rizados, mis faldas cortas, mis gritos en tu oído, zapatillas ruidosas, sin ropa interior, todo entramado, buscando que memorices cada uno de mis lunares, siempre corriendo riesgos, invadiendo vidas, preocupándome y ocupándome en seducir y enamorar, brindándome y entregándome completamente... así es mi forma estúpida de amar...
 

Poemas de Ana Romano


Poemas de Ana Romano

GAMA


Asteriscos modula el aire
Prismas tricolores
bordan el follaje
La brisa bosteza
Estira la niña los brazos
mientras la nube se disfraza
Recorre, atrevido
el pájaro, el pincel
Aguarda
la paleta de colores
al bastidor.

PRESAGIO


Apiñada
entre tablas
se acopla
La mirada
mansa
Es
llena de vida
que sucumbe
El hombre aguijonea
Con premura
los colores
Estéril es la entrega
Masacran

Y el suplicio.




MADRIGUERA


Dormida
espío
pequeños huecos
El hielo encubre
el amor llagado

Es en la noche tapiando
el nido

o sueño demorado

Azotados los pensamientos
por el timbre.





Vigneron, Iván Medina Castro


Vigneron
Iván Medina Castro



Habían pasado varios meses desde mi gloriosa graduación con pompas y fanfarrias en la prestigiosa escuela de enología, la Autónoma Universidad de Garonne en Bordeaux. Y yo, aun sin una ocupación digna de un servidor a Baco. No estaba preocupado por el dinero, pues aun me quedaba un sólido ahorro en plata de mis comisiones en la elaboración de un rosado vulgar de los lastimeros viñedos de Labarde que había decidido guardar de bajo del colchón. “Rouge Petit” fue el ridículo resultado de mis variedades mezcladas en proporciones desconocidas entre el mosto cabernet franc y cabernet sauvignon. Un vino           -dejando a trás la crítica del triangular y ámbar envase y su deficiente carta de añada- carente de cuerpo y nulo equilibrio en la acidez; acerbo, entre muchas otras cosas. Con toda franqueza, un caldo -como bien diría con total propiedad mi venerado maestro de primer semestre, monsieur Balzac–: “incorrecto”; sin embargo, pese a la inconexión del vino, el pillo del tendero vendía en la “Dauzac” cajas de veinticuatro botellas como si la bebida fuese de grand cru. ¡Increíble! En verdad no sé cómo le hacía aquel carcamán en lograr tan excelente salida a un rosado que de dominación y origen sólo daba fe la etiqueta. Pero eso a mi me importaba un escobajo, él me pagaba por mis conocimientos buena guita y listo.

Mi verdadera intranquilidad se centraba en la falta de una oferta laboral al nivel de una persona que posee la ciencia del vino, además de ser galardonado numerosas veces por mis infalibles fichas de cata. Desde la pasantía solicité empleo en las tres más importantes bodegas productoras de toda Francia y quizás del Mediterráneo: Groupement Agrícola Moncier Albert Long Depaquit, Maison Albert Bichot y sobre todas ellas: Château Margaux. Tenía muy claro que en la adquisición de un trabajo de tal nivel requeriría de la virtud de la paciencia, la cual, siendo honesto carecía completamente.

Las semanas transcurrían pesadamente y en mi teléfono ninguna llamada de las esperadas. Estaba hecho un impaciente gorilón, ya no se me ocurrían otras actividades a realizar además de las acostumbradas, así que aprendí a jugar ajedrez, leía libros de temas relacionados con la bebida sagrada y ocasionalmente componía algunos tangos para ejecutar en la guitarra. Reconozco, de no ser por el musée du Vin, ubicado a dos cuadras de mi departamento, el semanario vinícola editado y publicado por el club de gourmet vinos de gran clase y mis constantes compras de fermento de todo el mundo estaría sumido en una crisis depresiva. 

Mi economía se esfumó antes de lo previsto y mi tacaña novia, Odred, rehusaba seguir pagando la renta argumentando una sarta de boberías, entre las cuales, hacía mayor reproche al popular análisis organoléptico ofrecido cada viernes en la vivienda con algunos allegados colegas. Bajo semejante desfachatez, me vi en la necesidad de buscar al viejo Labarde y volver a colaborar con él, sólo que esta vez, le exigiría realizar claretes amplios de verdadera crianza con cien por ciento variedad pinot noir del viñedo de Chambertin, y por supuesto cesar con el timo a los consumidores, todo por la nobleza del vino. Pues la máxima dice: ¡No hay malos vinos, sino malos productores!

Fui al barrio argelino y estando de frente al “Dauzac” se encontraba con las cortinas metálicas cerradas, sucias y descuidadas, además de dejar ver enormes sellos amarillos del ministerio de finanzas con la leyenda “clausurado”. No fue difícil inferir que la policía comercial había pillado al bonachón en el fraude de las etiquetas. Suerte tuve al alejarme a tiempo del señor Pierre -pensé en mis adentros- e inmediatamente me fui de aquel sitio, pues no quería involucrarme y volver a ser fichado.

Cabizbajo, de regreso a casa, decidí bajar del metro a cuatro paradas antes de la correspondiente estación para poder meditar y quizás al andar vislumbrar alguna solución, o mejor aun, una buena excusa para Odred y así convencerla de pagar la mensualidad. Tomé camino por la avenida central De Gaulle –la arteria comercial más bella de París- y al kilómetro de mi andar me encontré con la inauguración de un lujoso restaurante de comida Madrileña. Me llevé la sorpresa de mi vida, necesitaban urgentemente cubrir el puesto de sommelier pues repentinamente el tipo a quien se le asignó el cargo regresó a su tierra. Yo estaba hecho un incrédulo. Hablé con el gerente, presenté mis cartas de recomendación y sin basilar acepté la posición. El empleo resultaba interesante, el restaurante gozaba de una gran variedad de los más famosos vinos españoles, lo que me ayudaría a ahondar en mi laxo conocimiento sobre los caldos ibéricos. Al mes de laborar ya estaba harto, me sabía de memoria toda la cava del lugar, la cual, por cierto, me prohibieron degustar, me tenían trabajando horas extras sin paga y el sueldo era raquítico.

Tomé la decisión de presentarme a mi faena por última vez ya que se decantarían unas botellas de vino blanco de Navarra Gran Reserva de los viñedos de Irache de 1945, un excepcional año, un deleite a experimentar. Todo trascurría con una tranquilidad oportuna permitiéndome escuche detrás de mí la conversación acalorada de dos elegantes caballeros portugueses discutir sobre el exorbitante monto dispuestos a pagar por poseer en sus manos el envase premier grand cru classé Château Margaux subastado en la mansión Gironde de París el día de mañana.

Gracias a mis habilidosas manos estaba en primera fila, sentado en una de las cómodas y exclusivas butacas de la Gironde. Siguiendo con la puntualidad del programa, se presentó imponente ante nuestra incrédula mirada una de las dos raras botellas con fecha de 1771 en perfecto estado, halladas dentro de uno de los féretros de las catacumbas bajo los escombros de un templo católico romano. El monto al comenzar la subasta fue de cincuenta mil euros, y así, sucesivamente aquel manjar iba incrementando su antigüedad en oro. Súbitamente, desconcertando a los asistentes, una falla eléctrica extinguió la iluminación por escasos minutos siendo aprovechado por mi impulso a la posesión de codiciado tesoro. Abrí tanto como pude los ojos para captar el más ligero haz de luz en el salón y tras algunos tropezones me acerqué tanto como creí prudente al podium, estiré mis brazos temblorosos sosteniendo como pude el áspero envase y cuando sentí tenerla salí pronto del recinto sin ninguna complicación. Había sido todo un triunfo.

En la seguridad de mi hogar, contemplé absorto por algunos días la botella, analicé su carta de añada e investigué todo lo referente a tan magnífico y único ejemplar, hasta decidir finalmente degustar su caldo revitalizante como si se tratase del elixir de la vida. Descorché con ansia el acerado corcho y sutil delicia, un extaciante aroma emanó cual genio benefactor impregnándose por doquier. Mis frustraciones desaparecieron a tan alborozada felicidad. Preparé unas copas de vino de cristal cortado -pulcramente pulidas-, que a la merced de la uniforme luminosidad diáfana del sol, observé maravillado tan intensos destellos de un matiz rojo ocre. Llevé a mis belfos el arterciopelado líquido e ingerí hasta la última gota, saciado al lograr la catarsis, me encerré en mi alcoba y noté parpadear la fuerte ráfaga roja en la máquina de mensajes, presioné el botón para escuchar mis recados y claramente una apacible voz bacante decía: “Garçon Louis Combes, se le invita a concertar lo más pronto posible una entrevista con la directora de recursos humanos de Château Margaux”, me acosté en la cama y dormí profundamente con la bendición de Dionisio.

A la semana del exitoso robo en la Gironde, el periódico “Le monde” en su primera plana anunciaba el hallazgo del criminal quien fuera encontrado muerto en su lecho. En entrevista exclusiva con la dueña de los vidueños de Château Margaux, Corinne Mentzelopoulos, nos confirmó sobre el fuerte contenido en arsénico de los dos vinos subastados, ya que de acuerdo al último informe antropológico de los cuerpos encontrados dentro de los ataúdes, una muerte comunal se había desarrollado en la abadía producto al consumo del vino.





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A ver, María, Víktor Olvera


A ver, María

Víktor Olvera

Dios me salve, María, de caer en desgracia
por probar de tus vicios.
Bendita seas tú entre todas mis mujeres
y bendito sea el fruto de tu pensamiento
que te hace voltear a verme.
Tanta mujer y yo tan sólo
ruego por la ocasión de habitar tu vientre
ahora y a toda hora hasta nuestra muerte. Amén. Tanta mujer y yo tan sólo
ruego por la ocasión habitar tu vientre
ahora y en la hora de nues

“A la cabeza”, por Misael Rosete


“A la cabeza”
a Alicia Reyes


Misael Rosete



Mi primer contacto con  La Capilla Alfonsina  se dio al encontrar anunciado uno de sus talleres; recuerdo que en esa ocasión llegué a casa y abrí la puerta de una patada, llevaba varias cosas y apenas podía ver donde ponía el pie. Me tambaleaba, era como si bailara con ese cúmulo de objetos entre mis brazos.

Dejé todo sobre la mesa, menos una hoja, en ella un párrafo resplandecía de entre todos los demás, éste decía: “Taller de Creación Literaria. Permanente. Todos los Miércoles de 11:00 a 14:00 hrs. Imparte Dra. Alicia Reyes Mota. Sin costo. Previa cita”.

Estaba feliz, desde hacía tiempo venía buscando un taller, un sitio donde me enseñaran a escribir y en donde pudiera aprender cosas de literatura.

En los últimos renglones de la hoja leí: “Para cualquier información sobre las actividades, fechas y cupo de los servicios mencionados, solicite informes al teléfono: 5515 2225”.

Tomé el teléfono y marqué. Una mujer dijo que podría acudir sin problema alguno, tras escucharla, mi sonrisa se regó como una mancha de tinta; estaba arreglado, ahora bastaría esperar.

El miércoles salí de casa y llegué al lugar de la cita. Iban a dar las once. Desde lejos se alcanzaba a ver la siguiente placa con letras doradas:







Al acercarme aún más, miré un enorme cancel de plata. Adentro, en un jardín, un sujeto lo custodiaba. Era robusto y de barba espesa. Vestía  un traje negro y unos lentes con dos círculos pequeños y ahumados.

Cuando mencioné el taller, desapareció tras una puerta y a los pocos segundos regresó acompañado por una mujer, ésta me hizo seguirla; su voz era idéntica a la del teléfono. Caminé detrás de ella observando cómo golpeaban sus tacones.

Recuerdo llegar a un recibidor. En las paredes había distintos marcos. Todo estaba lleno de cosas ostentosas y contornos azules. Luego de llenar unas formas, nos metimos en un pasillo. Era muy lindo, al final había una puerta dorada. La mujer giró la manija y entramos a una sala bañada por luz cenital y con mezzanine. Arriba estaba un enorme escritorio con una vidriera estirada sobre distintos libreros.

Cuadros y vastos tomos se recargaban en las paredes como personas.

En la parte de abajo había una mesa alargada con libros y comida de distintos tipos. Ésta era ocupada por Los Alfonsinos, todos escuchaban a la doctora Alicia Reyes.

La persona que giró la manija apuntó con el dedo una silla y regresó por la puerta. La miré desaparecer y me deslicé hasta el asiento.

Tres horas más tarde salí de La Capilla y me marché a casa; tenía ansias de llegar y escribir, en el taller, la manera de hablar de la Doctora había servido como una provocación, me sentía desbocado, algo me empujaba a tomar una hoja y llenarla de tinta.

Pero cuando por fin llegué y me senté a escribir, no logré hacerlo. 

En cambio, durante horas estuve trazando enunciados que más tardaba en armar, que en releer y borrar. De cierto modo era como si todo en mi interior estuviera enredado, como si se tratara de un enorme renglón enraizado en mi cabeza.

Luego de varios intentos, apagué las luces de la casa y me fui a acostar. En la cama, las sábanas suaves y cálidas poco a poco me anestesiaron. Tras unos minutos empecé a dormir, sin embargo mi imaginación quedó abierta como si fuera una ventana, al fondo se veían varias gallinas andando sobre un asoleado prado; después de algunos segundos, crucé la ventana y caminé hasta ellas. Cuando me acerqué lo suficiente, una iba a poner un huevo.

En ese momento desperté atravesado por una violenta sensación de hastío. Luego de arcar varias veces, vomité un líquido espeso. La sustancia dio de lleno con la almohada. Por el olor supuse que era huevo. Al encender la luz lo confirmé, vi la clara brillando cómo celofán y algunas partes de la yema embarradas sobre la colcha.
Miré el reloj y tras ver la hora arrojé un bostezo, eran las tres treinta y nueve. Quité las sábanas con cuidado y luego las dejé en un cesto dentro del baño; de regreso cambié la cama y me enterré en ella. Al poco tiempo volví a quedar dormido.

Desperté cansado y débil, tenía ojeras y éstas se asentaban sobre mis ojos como si fueran manchas de mugre. Luego de darme un baño, el cansancio se desvaneció pero las manchas echaron una fina raíz roja sobre lo blanco de mis ojos.

Por la tarde regresé a casa y al cabo de unos momentos llevé el cesto al lavadero. Al abrir la llave para llenar la pileta, salió un chorro que provocó una bola de espuma. Lo miré y pensé que era una flor de agua: el chorro era el tallo y las pequeñas burbujas los pétalos.

Cuando terminé de lavar, metí las cosas en una tina y fui al tendedero. Sin embargo, tras tomar la primera sábana, encontré una pequeña mancha amarilla. Me acerqué y quedé atónito, no era una mancha: eran letras, pequeñas y tiernas letras enredadas. Sorprendido, pestañé más de una vez y sentí descubrir parte de un suceso suprarrealista.

Recuerdo que en ese momento atardecía y todo el sol parecía una yema anaranjada hundida en el cielo, sus rayos se deshilaban y se enredaban entre las calles, las quemaba poco a poco hasta hacerlas de cobre y luego de color gris.

Al anochecer, a pesar de tener el rostro empolvado de sueño, un extraño impulso me orilló a escribir. Sucedió lo mismo de la vez anterior salvo por esto: al cabo de varios intentos cerré los ojos y me oculté en el silencio, luego aguanté el aire y traté de contenerlo tanto como pude. Fue entonces que mi cabeza se puso roja y comencé a arcar, tras la primera contracción llevé mis manos a la boca y éstas se llenaron de un espeso caldo de baba, tras la segunda, entre un jugo blancuzco salió un objeto, al mirarlo quedé asombrado: se trataba de un huevo. 

Jalé aire con vehemencia y sentí dos hilillos de agua escurrirme en el rostro. Mi pecho se inflaba y desinflaba. Luego de unos segundos dejé el huevo encima de un mueble y limpié todo. Al terminar tomé una palita y rompí el cascarón, cuando vi su contenido quedé estupefacto, la yema era una tira de letras echa bola. Con cuidado la saqué  y traté de desenredarla. Tras varios intentos sin lograrlo se me ocurrió echarla en una hoja. El resultado fue el siguiente: las letras se enterraron en la superficie y desaparecieron. Luego de un tiempo, emergieron y fueron cubriendo la hoja como una planta que se va extendiendo en un muro. Y así sucedió todo, primero se formaron palabras y luego, las palabras se hicieron renglones. Al terminar, la hoja estaba llena de párrafos alargados.

Los leí y supe que era el texto que quería escribir. Sonreí levemente y suspiré. El suspiro se estrelló contra la hoja y los párrafos se menearon suavemente.

Al día siguiente volví a emplear el mismo método. Pero esta vez realicé todo en el baño: primero cerré los ojos, luego me concentré y finalmente el asco terminó por abrir mis labios. De allí todo fue fácil, salvo porque al final un mareo me tumbó en la cama por varias horas. Ya cuando sentí mejorar, tomé el huevo y lo quebré en el lavabo, llevaba una coladera para filtrar la clara y quedarme sólo con las letras. Al echarlas sobre otra hoja, ésta volvió a llenarse de párrafos.

Cuando anocheció sentí dominar el procedimiento tan bien que el viernes traté de poner varios huevos. Aunque el resultado fue satisfactorio, quedé exhausto: la mañana del sábado desperté demacrado y con los labios tan secos y azules, que creí estar a punto de morir.

No obstante valía la pena, pues los párrafos enmarcaban un cuento hilvanado a través de la fragmentación más pura; como éste se encontraba a la mitad, tracé un plan para llevarlo el próximo miércoles a La Capilla.

Pasaron los días y el martes por la noche sólo faltaba el final del cuento; sin embargo mi condición cada vez era peor. Por ello decidí dejar todo para la mañana siguiente y descansar; trataría de levantarme temprano y poner el huevo antes de marcharme a La Capilla.  

Desafortunadamente en la noche me costó trabajo dormir y pasé largo rato despierto. En cierto momento recuerdo haberme quedado observando la ventana cuando de golpe, cerré los ojos y aparecí en un prado como el que había soñado pocos días antes.

A primera vista lucía idéntico al otro, sin embargo no se veía gallina alguna. Al caminar por él, un viento gélido despeinó el pasto y se estrelló sobre mi pelo. Hacía frío, parecía que iba a llover. Tras algún tiempo alcancé a ver una gallina. Caminaba hacia ella cuando escuché un trueno y desperté.

Abrí los ojos y vi una luz desvanecerse en el cuarto, momentos después comenzó a llover. Al ver la hora supe que apenas y tendría tiempo de llegar a La Capilla. Con bastante trabajo me levanté, tomé el colador y caminé hacía el baño: me tambaleaba, era como si bailara torpemente.

Cuando llegué, traté de sacar el huevo pero sentí una quemazón en la boca, me palpé y descubrí sangre...

Asustado, bebí agua y escupí varias veces.

Iba a darme por vencido cuando miré las hojas en el escritorio y decidí no descansar hasta poner el huevo. Cerré los ojos y aguanté la respiración. Comencé a pensar en el cuento, en su maravilloso final. Entonces, poco a poco, las venas de mi frente se enmarcaron.

Al cabo de unos segundos salió de mi boca un tremendo sonido con olor putrefacto: era el final que buscaba, pero no en forma de huevo, sino más bien de eructo. Tras unos instantes jalé aire, cerré los ojos y volví a intentarlo. Esta vez pujé con todas mis fuerzas, y no sólo las venas de mi frente se marcaron, sino hasta comencé a ponerme rojo como un tomate o un globo. De pronto, algo extraño sucedió: ¡A mi rostro le empezaron a brotar plumas así como a los árboles les brotan hojas! Eran plumas blancas y espesas…

Despavorido ante tan repentina transformación, comencé a arrancarlas con mis manos, luego, entre una fuerte comezón, poco a poco sentí cómo nacía arriba de mi nuca un cuello de gallina con todo y cresta. Era increíble, mi cabeza entera se había transformado en una espumosa gallina blanca.

Como ya era demasiado tarde para ir a La Capilla ─y tomando en cuenta las circunstancias─, caminé al espejo del baño para ver mi aspecto (imaginaba que se veía como si hubiera metido la cabeza en el interior de aquel ovíparo), justo cuando iba a llegar, el animal comenzó a cacarear y a batir las alas con desesperación…

Fue entonces que me miré frente al espejo y de entre lo más hondo de aquel plumaje, brotó un huevo…