Poemas de Job Villarreal Lizárraga
(a la vejez)
Es
cierto,
nos
configuramos y somos uno.
Nos
gusta lo que somos en el otro
cara
a cara con el tiempo que nos pasa
bajo
los hombros.
La
verdad
condescendiente
tenue irrefutable.
Convencidos
por primera vez,
con
la muerte a cuestas
la
belleza ahogada en un vaso,
que
hemos sido el otro todos estos años.
Por
que el amor es un engaño que seduce,
invitación
eterna que sólo nos dura la vida.
Nos
hemos estado muriendo
en
la broma de nuestros cuerpos
y
el lado flojo del sexo.
Borroso
niña, todo es borroso,
es
malo pensar que siempre fuimos viejos.
(al hermano indigente)
Yo,
al que benefició el azar,
al
que abriga el seno enorme de una familia,
quiero
reconocer tu dolor.
Si
tan solo cargara una pequeña porción
de
la sombra que llevas a cuestas,
mi
cuerpo sería mancillado por el ruidoso paso de las estaciones,
no
hubiera periódico mas grande
para
cubrir las heridas de mi alma.
Te
quiero decir
que
escucho tu ausencia,
las
calles tienen una garganta que nunca deja de crecer
y
en el vacío de la soledad se consume el que la oye.
Te
veo pasar con el dolor permanente de una muerte.
Alguien
se ha ido, te ha dado la espalda.
Un
padre se te ha ido hermano.
Te
dejó en la infancia en el traspatio,
te
olvidó en el supermercado
y
has tenido que buscarte un camino,
trazar
en la voz del extraño.
Compañero
del mundo
siento
una lágrima trascurrir
desde
mis cómodos adentros.
Tú
que llevas las ropas rasgadas del alma,
que
oyes la noche como ningún otro,
te
pido perdón,
si
solo mi mano pudiera sostenerte,
pero
entonces viene el temor
el
mundo ha hecho de nosotros una carnicería,
las
calles un matadero,
y
tu has aprendido bien el oficio de la daga
la
realidad del montón de nervios que somos.
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